viernes, 9 de agosto de 2013

Hiperactividad en los niños


"No siempre puedes controlar los que pasa fuera, pero sí puedes controlar siempre lo que pasa dentro".  Wayne W. Dyer

Entre un 3 y un 5% de los niños escolarizados son hiperactivos :

·     niños inquietos
·     impacientes
·     impulsivos
·     que no se centran en objetivos o finalidades concretas
·     que saltan de una cosa a otra
·     que no atienden a lo que se les dice
·     niños que no "oyen", no "obedecen", no "hacen caso".

  Aparece entre los dos y los seis años y comienza a remitir durante la adolescencia.
El problema real de los niños hiperactivos se plantea ante aquellas situaciones en las que se les exige control de los movimientos y mantenimiento de la atención.


Los síntomas definitorios del trastorno por déficit de atención con hiperactividad son:

·     Actividad motora excesiva.
·     Falta de atención y de control de impulsos.
·     Se trata de niños desordenados, descuidados, que no prestan atención en clase.
·     Cambian continuamente de tarea y presentan una actividad permanente e incontrolada, sin que vaya dirigida a un determinado objetivo o fin.
·     Tienen dificultades para permanecer quietos o sentados.
·     Suelen responder precipitadamente, incluso antes de haber finalizado la formulación de las preguntas.
·     Además se muestran impacientes y no son capaces de esperar su turno en las actividades en las que participan más individuos.
·     Interrumpen las actividades o tareas de los compañeros y miembros de la familia.
·     Pueden fácilmente sufrir accidentes y caídas debido a que sus conductas reflejan una escasa conciencia del peligro.
·     Son desobedientes, parece que no oyen órdenes de los adultos y, por tanto, no cumplen con sus instrucciones.
·     Plantean problemas de disciplina por incumplir o saltarse las normas establecidas.
·     Su relación con los adultos se caracteriza por desinhibición, suelen tener problemas de relación social y pueden quedar aislados del grupo de iguales.
·     Asimismo, dan muestras de déficits cognitivos y son frecuentes los retrasos en habilidades motoras y del lenguaje, así como las conductas antisociales y la carencia de autoestima.
 

distintos momentos en la evolución de la enfermedad

Los indicadores de hiperactividad en los distintos momentos evolutivos son los siguientes:

De 0 a 2 años: Problemas en el ritmo del sueño y durante la comida, períodos cortos de sueño y despertar sobresaltado, resistencia a los cuidados habituales, reactividad elevada a los estímulos auditivos e irritabilidad.

De 2 a 3 años: Inmadurez en el lenguaje expresivo, actividad motora excesiva, escasa conciencia de peligro y propensión a sufrir numerosos accidentes.

De 4 a 5 años: Problemas de adaptación social, desobediencia y dificultades en el seguimiento de normas.

A partir de 6 años: Impulsividad, déficit de atención, fracaso escolar, comportamientos antisociales y problemas de adaptación social.

Aproximadamente un 25% de los niños hiperactivos evolucionan positivamente, con cambios de conducta notables y sin que tengan dificultades especiales durante la adolescencia y la vida adulta.

Los niños que son hiperactivos en todos los ambientes tienen un peor pronóstico, porque sufren con más frecuencia las consecuencias negativas que sus comportamientos alterados provocan en la familia, colegio y grupo de amigos; de este modo, se vuelven más vulnerables y, por tanto, aumenta el riesgo de que desarrollen comportamientos antisociales. La coexistencia de conductas desafiantes, agresividad, negativismo e hiperactividad durante la infancia conlleva una evolución muy desfavorable, pues los problemas iniciales suelen agravarse en la adolescencia. En esta edad, el pronóstico incluye delincuencia, agresiones, deficiente rendimiento académico y, en general, una adaptación negativa.


  No todos los niños presentan las mismas conductas alteradas


Los niños hiperactivos constituyen un grupo muy heterogéneo. No todos presentan las mismas conductas alteradas. No coinciden en su frecuencia e importancia ni en las situaciones o ambientes en los que se muestran hiperactivos. Además, incluso difieren respecto al origen y posibles causas de sus problemas. Así, en la evaluación del niño hiperactivo intervienen varios profesionales, médicos (neurólogo, pediatra, psiquiatra), psicólogos y maestros, fundamentalmente buscando un criterio común para la puesta en marcha de la terapéutica a seguir.

La evaluación se concreta en las siguientes áreas:

·    Estado clínico del niño.

Este aspecto se ocupa de los comportamientos alterados y anomalías psicológicas que presenta actualmente.


·    Nivel intelectual y rendimiento académico.

Los informes que proporciona el colegio han de referirse a cómo es la conducta del niño y sus calificaciones académicas en el curso actual, y cómo han sido en años anteriores. En esta evaluación se tienen en cuenta tanto los aspectos positivos como los negativos.


·    Factores biológicos.

Se evaluarán mediante un examen físico exhaustivo para detectar posibles signos neurológicos, anomalías congénitas u otros síntomas orgánicos que resulten de interés.


·    Condiciones sociales y familiares.

Se analizan: nivel socioeconómico, comportamientos de los miembros de la familia, clima familiar, relaciones interpersonales, tamaño, calidad y ubicación de la vivienda familiar, normas educativas, disciplina, cumplimiento de normas y horarios, actitudes de los padres hacia los problemas infantiles, factores o acontecimientos desencadenantes de los conflictos.


·     Influencia del marco escolar.

La evaluación de este aspecto está justificada por el papel que desempeña la escuela tanto en la detección de las alteraciones infantiles como en el tratamiento posterior. El interés se centra en dos áreas: factores personales y organización estructural del centro. Respecto a los factores personales, se analizan las actitudes de los maestros cuando los alumnos violan la disciplina o incumplen las normas escolares, así como las pautas de conducta que estos profesionales adoptan cuando han de dirigir las clases; en definitiva, se trata de averiguar si son profesores autoritarios o flexibles. En cuanto a la organización del centro, interesa sobre todo los aspectos materiales y de funcionamiento, así como la ubicación del mismo y su estructura organizativa.


Además de los exámenes neurológicos que se apoyan en los datos proporcionados por el electroencefalograma y la cartografía cerebral, así como de la exploración pediátrica que insiste en ensayos de coordinación y persistencia de movimientos, la valoración de la hiperactividad se completa con una evaluación psicológica que tiene varios ejes: información proporcionada por adultos significativos para el niño (padres y profesores), informes del propio niño y observaciones que sobre su conducta realizan otras personas en el medio natural. 

Trastorno por déficit de atención


Los padres se preocupan mucho cuando reciben una carta de la escuela diciendo que el niño "no le presta atención a la maestra" o que "se porta mal en la clase". Una posible causa para este tipo de comportamiento es el trastorno por déficit de atención debido a la Hiperactividad.

El trastorno por déficit de atención (t.d.a.) es un padecimiento donde al niño le es difícil centrar su atención en un estímulo y concentrarse en él. Esto se manifiesta en su conducta que se observa desorganizada e impulsiva, y repercute en la familia y en la escuela. Este problema es mejor conocido como el niño hiperquinético o con disfunción cerebral "mínima", sin embargo puede existir o no hiperactividad (hiperquinesia) en el trastorno por déficit de atención; el término de disfunción cerebral mínima en la actualidad ya no es usado debido a la ambigüedad del término.

Las alteraciones son identificadas primero por el padre o profesor.

En las aulas, estos pequeños dan la impresión de que :
·     escuchan mal
·     están inquietos
·     trabajan de forma irregular y descuidada
·     en particular le son duras las tareas que requieren de una atención prolongada
·     tienen problemas en la relación con sus compañeros,
·     mala conducta
·     y pobre rendimiento escolar
  ..generalmente son los llamados "niños problema".

  Causas

Existen diversas teorías que intentan explicar el origen del trastorno por Déficit de Atención, algunos consideran que la causa se debe a una maduración retardada del sistema nervioso, o por haber alguna lesión cerebral, una variación genética, alteraciones metabólicas y/o emocionales.

Descripción del cuadro

Falta de atención:
·     con frecuencia no termina las cosas que empieza
·     a menudo parece no escuchar
·     se distrae con facilidad
·     tiene dificultades para concentrarse en tareas escolares
·     tienen problemas para seguir una actividad de juego.

Impulsividad:
·     suele actuar antes de pensar
·     cambia excesivamente de una actividad a otra
·     le es difícil organizar el trabajo
·     necesita de una supervisión muy constante
·     frecuentemente grita en clase
·     tiene dificultades para esperar su turno en juegos o situaciones de grupo.
Hiperactividad:
·     corre o se trepa por todos lados, excesivamente
·     tiene problemas para quedarse quieto o juguetea demasiado
·     le es difícil permanecer sentado
·     siempre anda desbocado o actúa como impulsado por un motor.


Diagnóstico:

El diagnóstico se realiza a través de varios elementos :
·     pruebas psicológicas
·     electroencefalogramas
·     y otras pruebas de laboratorio
por lo que el especialista integrará esta información para determinar la presencia -o no- del problema.


  Tratamiento

El principal objetivo que se pretende en el tratamiento de los niños con t.d.a. es el de ayudarlos a enfocar y conservar su atención, teniendo un mejor control de las respuestas impulsivas.

Existen diferentes tipos de tratamientos:

·     medicamentos
·     técnicas psicológicas (psicoeducativas).
·     retroalimentación biológica cerebral (neurofeedback)


La detección y elección del tratamiento deberá ser dirigido únicamente por un especialista. 

lunes, 17 de junio de 2013

Consejos para disfrutar la crianza de los hijos

La crianza de los hijos  es una de las tareas más difíciles y reconfortantes del mundo, y aquella para la cual sentirás que nunca estás preparado.  A continuación te contamos 9 consejos para la crianza de un niño que pueden ayudar a sentirte más satisfecho como padre y, también, a disfrutar más de esta etapa.
  
1. Estimula su autoestima
Los niños comienzan a desarrollar su sentido del yo desde que son bebés, cuando se ven a sí mismos a través de los ojos de sus padres. Tus hijos asimilan tu tono de voz, tu lenguaje corporal y todas tus expresiones. Tus palabras y acciones como padre tienen un impacto en el desarrollo de su autoestima más que ninguna otra cosa. El elogio de los logros, aunque sean pequeños, hará que tus hijos estén orgullosos; permitirles que hagan cosas por sí solos los hará sentir que son capaces y fuertes. Por el contrario, los comentarios denigrantes o las comparaciones negativas con otros niños los hará sentir inútiles.
Evita las afirmaciones tendenciosas o usar palabras hirientes. Los comentarios tales como "¡Qué estupidez!" o "¡Te comportas más un bebé!" pueden causar el mismo daño que los golpes físicos. Elige las palabras con cuidado y se compasivo. Enséñales que todas las personas cometen errores y que tú aún los amas, incluso cuando no apruebes su comportamiento.

2. Reconoce las buenas acciones
¿Piensa cuántas veces al día tienes reacciones negativas para con tus hijos? Es posible que se des cuenta de que los criticas muchas más veces de las que los felicitas.
El enfoque más positivo es reconocer las buenas acciones de los niños: "Hiciste la tarea sin que te lo pidiera, ¡eso es genial!" o "Recogiste todos tus juguetes!". Estos comentarios serán mucho más eficaces para alentar la buena conducta a largo plazo que las reprimendas continuas.
Plantéate el firme propósito de elogiarlo todos los días. Sé generoso con las recompensas: tu amor, tus abrazos y elogios pueden hacer maravillas y suelen ser suficiente gratificación. Pronto descubrirás que estás "cultivando" en mayor medida el comportamiento que deseas ver.

3. Establece límites y sé coherente con la disciplina
Los límites son necesarios, ayudan a que los niños aprendan que cosas son seguras y cuáles no. Es posible que tu niño ponga  prueba los límites que estableciste para él, pero esto es  parte del crecimiento y lo ayudará a convertirse en un adulto responsable..
Es recomendable que implementes un sistema: una avisos seguidos de consecuencias, que pueden ser una penitencia o la pérdida de privilegios. Un error frecuente que cometen los padres es no seguir adelante con las consecuencias. No puedes disciplinar a  un niño por una mala contestación un día e ignorar el hecho al día siguiente. Ser consecuente les enseña qué es lo que usted espera.

4. Dedica un tiempo para tus hijos
A menudo es difícil que los padres y los niños se reúnan para una comida en familia, ni pensar en que pasen juntos tiempo de calidad. Sin embargo, es lo que más valorarán de nosotros como padres. Los niños que no reciben la atención que desean de sus padres a menudo sobreactúan o se comportan mal porque, de ese modo, están seguros de que recibirán su atención.
Programa una "noche especial" cada semana para estar juntos y deja que tus hijos ayuden a decidir cómo pasar el tiempo. Busca otras formas de relacionarte, por ejemplo, déjale un mensaje afectuoso en algún lugar donde pueda encontrarlo.
Muéstrate disponible cada vez que tu hijo te requiera para hablar  o necesite que participes en alguna actividad especial.
No debes sentirte culpable si es un padre o madre que trabaja. Los niños recordarán esos momentos especiales que les dedicas y no llevarán una cuenta  de las horas que pasas con ellos.

5. Sé un buen modelo a seguir
Los niños pequeños aprenden mucho sobre cómo actuar al observar a sus padres. Cuanto más pequeños, más lo imitan. Antes de reaccionar agresivamente o enfurecerse frente a tu hijo, piensa si es como quieres que él se comporte. 
Sirve de ejemplo de las cualidades que deseas cultivar en tus hijos: respeto, cordialidad, honestidad, amabilidad, tolerancia, generosidad.

6. Prioriza la comunicación
No puedes esperar que los niños hagan todo sólo porque “así lo pides". Ellos desean y merecen explicaciones al igual que los adultos. Si no dedicamos tiempo a dar explicaciones, los niños comenzarán a cuestionar nuestros valores y motivaciones, y si estos tienen fundamentos. Los padres que razonan con sus hijos les permiten entender y aprender sin emitir juicios de valor. 
Haz sugerencias y ofrece alternativas, ayúdalos a aprender que cada acción acarrea una consecuencia.  Escucha sus sugerencias. Negocia. Los niños que participan en la toma de decisiones están más motivados a llevarlas adelante.

7. Sé flexible para adaptar tu estilo de crianza
Si el comportamiento de tu hijo te decepciona con frecuencia, quizás se deba a que tus expectativas no son realistas.  A veces los niños maduran a un ritmo diferente y lo que para algunos es natural, para otros no lo es.
El entorno que rodea a los niños tiene un impacto en su comportamiento; por lo tanto, puedes cambiar ese comportamiento si modificas el entorno. Si continuamente tienes que decirle "no" a tu hijo de 2 años, busca algún modo de reestructurar el entorno para que haya menos cosas prohibidas. Esto será menos frustrante para ambos.
A medida que tu hijo cambie, tendrás que modificar gradualmente tu estilo de crianza. Lo más probable es que lo que hoy resulta eficaz con tu hijo ya no lo sea tanto en uno o dos años.


8. Demuestra que tu amor es incondicional
Como padre, tienes la responsabilidad de corregir y guiar a tus hijos. Sin embargo, la forma en que expresas la orientación correctiva tiene una gran influencia en la forma en la que un niño la recibe. Cuando tengas que enfrentarte a tu hijo, evita echar culpas, hacer críticas o buscar defectos; todo esto puede debilitar la autoestima y provocar resentimiento. En cambio
esfuérzate por educar y alentar, incluso cuando los disciplines. Asegúrate de que ellos sepan que, aunque deseas y esperas algo mejor la próxima vez, tu amor es incondicional.

9. Acepta tus limitaciones
A ser padre se aprende día a día, reconoce tus fortalezas y debilidades.  Intenta tener expectativas realistas para ti y para tus hijos.
Concéntrate en los aspectos que necesitan la mayor atención, en lugar de intentar abordar todo a la vez. Admite cuando te sientas agotado dedícate tiempo para recuperar el aliento y sigue adelante.



Desarrollar la autoestima en su hijo

Una autoestima sana es la armadura que protegerá a su hijo frente a los desafíos de la vida. Los niños que se sienten bien con ellos mismos son capaces de manejar mejor los conflictos y de resistir a las presiones negativas. Tienden a sonreír con mayor facilidad y a disfrutar de la vida. Estos niños son realistas y, por lo general, optimistas.
Por el contrario, para los niños con baja autoestima, los desafíos pueden ser fuentes importantes de ansiedad y frustración. Las personas que tienen una baja opinión de ellas mismas tienen dificultades para encontrar soluciones a los problemas. Si tienen pensamientos autocríticos como "no soy suficientemente bueno" o "no puedo hacer nada bien", pueden volverse pasivos, retraídos y deprimidos. Cuando tienen que hacer frente a un nuevo reto, su respuesta inmediata es "no puedo".
Aquí es donde usted puede desempeñar un papel importante para favorecer que su hijo tenga una autoestima sana.

¿Qué es la autoestima?

La autoestima es una serie de creencias o sentimientos hacia nosotros mismos, las percepciones que tenemos de nosotros. La manera como nos definimos influye en nuestras motivaciones, actitudes y comportamientos, e influye en nuestra respuesta emocional.
Los patrones de autoestima empiezan muy pronto en la vida. Por ejemplo, un niño pequeño que aprende a hacer algo nuevo experimenta un sentimiento de logro que refuerza la autoestima. Aprender a darse la vuelta después de un montón de intentos fallidos enseña a un bebé una actitud de "puedo hacerlo".
El concepto de éxito como consecuencia de la perseverancia empieza pronto. Cuando los niños intentan algo, fracasan, prueban de nuevo, fracasan otra vez y finalmente lo consiguen, se forman ideas sobre sus propias capacidades. Al mismo tiempo, están creando un concepto de ellos mismos basado en las interacciones con otras personas. Por eso, la implicación parental es fundamental para ayudar a los niños a formarse percepciones de ellos mismos sanas y verdaderas.
La autoestima también puede definirse como sentimientos de capacidad combinados con el sentimiento de ser amado. Un niño que es feliz cuando logra algo pero no se siente querido puede llegar a experimentar baja autoestima. De la misma manera, un niño que se siente amado pero que duda de sus capacidades puede también acabar sintiendo baja autoestima. Para desarrollar una autoestima sana, se necesita alcanzar un equilibrio correcto.