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viernes, 9 de agosto de 2013

Trastorno por déficit de atención


Los padres se preocupan mucho cuando reciben una carta de la escuela diciendo que el niño "no le presta atención a la maestra" o que "se porta mal en la clase". Una posible causa para este tipo de comportamiento es el trastorno por déficit de atención debido a la Hiperactividad.

El trastorno por déficit de atención (t.d.a.) es un padecimiento donde al niño le es difícil centrar su atención en un estímulo y concentrarse en él. Esto se manifiesta en su conducta que se observa desorganizada e impulsiva, y repercute en la familia y en la escuela. Este problema es mejor conocido como el niño hiperquinético o con disfunción cerebral "mínima", sin embargo puede existir o no hiperactividad (hiperquinesia) en el trastorno por déficit de atención; el término de disfunción cerebral mínima en la actualidad ya no es usado debido a la ambigüedad del término.

Las alteraciones son identificadas primero por el padre o profesor.

En las aulas, estos pequeños dan la impresión de que :
·     escuchan mal
·     están inquietos
·     trabajan de forma irregular y descuidada
·     en particular le son duras las tareas que requieren de una atención prolongada
·     tienen problemas en la relación con sus compañeros,
·     mala conducta
·     y pobre rendimiento escolar
  ..generalmente son los llamados "niños problema".

  Causas

Existen diversas teorías que intentan explicar el origen del trastorno por Déficit de Atención, algunos consideran que la causa se debe a una maduración retardada del sistema nervioso, o por haber alguna lesión cerebral, una variación genética, alteraciones metabólicas y/o emocionales.

Descripción del cuadro

Falta de atención:
·     con frecuencia no termina las cosas que empieza
·     a menudo parece no escuchar
·     se distrae con facilidad
·     tiene dificultades para concentrarse en tareas escolares
·     tienen problemas para seguir una actividad de juego.

Impulsividad:
·     suele actuar antes de pensar
·     cambia excesivamente de una actividad a otra
·     le es difícil organizar el trabajo
·     necesita de una supervisión muy constante
·     frecuentemente grita en clase
·     tiene dificultades para esperar su turno en juegos o situaciones de grupo.
Hiperactividad:
·     corre o se trepa por todos lados, excesivamente
·     tiene problemas para quedarse quieto o juguetea demasiado
·     le es difícil permanecer sentado
·     siempre anda desbocado o actúa como impulsado por un motor.


Diagnóstico:

El diagnóstico se realiza a través de varios elementos :
·     pruebas psicológicas
·     electroencefalogramas
·     y otras pruebas de laboratorio
por lo que el especialista integrará esta información para determinar la presencia -o no- del problema.


  Tratamiento

El principal objetivo que se pretende en el tratamiento de los niños con t.d.a. es el de ayudarlos a enfocar y conservar su atención, teniendo un mejor control de las respuestas impulsivas.

Existen diferentes tipos de tratamientos:

·     medicamentos
·     técnicas psicológicas (psicoeducativas).
·     retroalimentación biológica cerebral (neurofeedback)


La detección y elección del tratamiento deberá ser dirigido únicamente por un especialista. 

lunes, 17 de junio de 2013

Consejos para disfrutar la crianza de los hijos

La crianza de los hijos  es una de las tareas más difíciles y reconfortantes del mundo, y aquella para la cual sentirás que nunca estás preparado.  A continuación te contamos 9 consejos para la crianza de un niño que pueden ayudar a sentirte más satisfecho como padre y, también, a disfrutar más de esta etapa.
  
1. Estimula su autoestima
Los niños comienzan a desarrollar su sentido del yo desde que son bebés, cuando se ven a sí mismos a través de los ojos de sus padres. Tus hijos asimilan tu tono de voz, tu lenguaje corporal y todas tus expresiones. Tus palabras y acciones como padre tienen un impacto en el desarrollo de su autoestima más que ninguna otra cosa. El elogio de los logros, aunque sean pequeños, hará que tus hijos estén orgullosos; permitirles que hagan cosas por sí solos los hará sentir que son capaces y fuertes. Por el contrario, los comentarios denigrantes o las comparaciones negativas con otros niños los hará sentir inútiles.
Evita las afirmaciones tendenciosas o usar palabras hirientes. Los comentarios tales como "¡Qué estupidez!" o "¡Te comportas más un bebé!" pueden causar el mismo daño que los golpes físicos. Elige las palabras con cuidado y se compasivo. Enséñales que todas las personas cometen errores y que tú aún los amas, incluso cuando no apruebes su comportamiento.

2. Reconoce las buenas acciones
¿Piensa cuántas veces al día tienes reacciones negativas para con tus hijos? Es posible que se des cuenta de que los criticas muchas más veces de las que los felicitas.
El enfoque más positivo es reconocer las buenas acciones de los niños: "Hiciste la tarea sin que te lo pidiera, ¡eso es genial!" o "Recogiste todos tus juguetes!". Estos comentarios serán mucho más eficaces para alentar la buena conducta a largo plazo que las reprimendas continuas.
Plantéate el firme propósito de elogiarlo todos los días. Sé generoso con las recompensas: tu amor, tus abrazos y elogios pueden hacer maravillas y suelen ser suficiente gratificación. Pronto descubrirás que estás "cultivando" en mayor medida el comportamiento que deseas ver.

3. Establece límites y sé coherente con la disciplina
Los límites son necesarios, ayudan a que los niños aprendan que cosas son seguras y cuáles no. Es posible que tu niño ponga  prueba los límites que estableciste para él, pero esto es  parte del crecimiento y lo ayudará a convertirse en un adulto responsable..
Es recomendable que implementes un sistema: una avisos seguidos de consecuencias, que pueden ser una penitencia o la pérdida de privilegios. Un error frecuente que cometen los padres es no seguir adelante con las consecuencias. No puedes disciplinar a  un niño por una mala contestación un día e ignorar el hecho al día siguiente. Ser consecuente les enseña qué es lo que usted espera.

4. Dedica un tiempo para tus hijos
A menudo es difícil que los padres y los niños se reúnan para una comida en familia, ni pensar en que pasen juntos tiempo de calidad. Sin embargo, es lo que más valorarán de nosotros como padres. Los niños que no reciben la atención que desean de sus padres a menudo sobreactúan o se comportan mal porque, de ese modo, están seguros de que recibirán su atención.
Programa una "noche especial" cada semana para estar juntos y deja que tus hijos ayuden a decidir cómo pasar el tiempo. Busca otras formas de relacionarte, por ejemplo, déjale un mensaje afectuoso en algún lugar donde pueda encontrarlo.
Muéstrate disponible cada vez que tu hijo te requiera para hablar  o necesite que participes en alguna actividad especial.
No debes sentirte culpable si es un padre o madre que trabaja. Los niños recordarán esos momentos especiales que les dedicas y no llevarán una cuenta  de las horas que pasas con ellos.

5. Sé un buen modelo a seguir
Los niños pequeños aprenden mucho sobre cómo actuar al observar a sus padres. Cuanto más pequeños, más lo imitan. Antes de reaccionar agresivamente o enfurecerse frente a tu hijo, piensa si es como quieres que él se comporte. 
Sirve de ejemplo de las cualidades que deseas cultivar en tus hijos: respeto, cordialidad, honestidad, amabilidad, tolerancia, generosidad.

6. Prioriza la comunicación
No puedes esperar que los niños hagan todo sólo porque “así lo pides". Ellos desean y merecen explicaciones al igual que los adultos. Si no dedicamos tiempo a dar explicaciones, los niños comenzarán a cuestionar nuestros valores y motivaciones, y si estos tienen fundamentos. Los padres que razonan con sus hijos les permiten entender y aprender sin emitir juicios de valor. 
Haz sugerencias y ofrece alternativas, ayúdalos a aprender que cada acción acarrea una consecuencia.  Escucha sus sugerencias. Negocia. Los niños que participan en la toma de decisiones están más motivados a llevarlas adelante.

7. Sé flexible para adaptar tu estilo de crianza
Si el comportamiento de tu hijo te decepciona con frecuencia, quizás se deba a que tus expectativas no son realistas.  A veces los niños maduran a un ritmo diferente y lo que para algunos es natural, para otros no lo es.
El entorno que rodea a los niños tiene un impacto en su comportamiento; por lo tanto, puedes cambiar ese comportamiento si modificas el entorno. Si continuamente tienes que decirle "no" a tu hijo de 2 años, busca algún modo de reestructurar el entorno para que haya menos cosas prohibidas. Esto será menos frustrante para ambos.
A medida que tu hijo cambie, tendrás que modificar gradualmente tu estilo de crianza. Lo más probable es que lo que hoy resulta eficaz con tu hijo ya no lo sea tanto en uno o dos años.


8. Demuestra que tu amor es incondicional
Como padre, tienes la responsabilidad de corregir y guiar a tus hijos. Sin embargo, la forma en que expresas la orientación correctiva tiene una gran influencia en la forma en la que un niño la recibe. Cuando tengas que enfrentarte a tu hijo, evita echar culpas, hacer críticas o buscar defectos; todo esto puede debilitar la autoestima y provocar resentimiento. En cambio
esfuérzate por educar y alentar, incluso cuando los disciplines. Asegúrate de que ellos sepan que, aunque deseas y esperas algo mejor la próxima vez, tu amor es incondicional.

9. Acepta tus limitaciones
A ser padre se aprende día a día, reconoce tus fortalezas y debilidades.  Intenta tener expectativas realistas para ti y para tus hijos.
Concéntrate en los aspectos que necesitan la mayor atención, en lugar de intentar abordar todo a la vez. Admite cuando te sientas agotado dedícate tiempo para recuperar el aliento y sigue adelante.



Niños necesitan más tiempo para disfrutar su infancia



Disfrutar la niñez es el anhelo que todo padre quiere para su hijo; sin embargo, un reciente estudio realizado por la firma Ipsos Public Affairs para la marca Oreo, con motivo de su centenario, determinó que la falta de tiempo está impidiendo que este deseo se cumpla.

La encuesta se llevó a cabo en 20 países, entre ellos Costa Rica y en esta participaron alrededor de 7 mil padres.

Entre los resultados destaca que siete de cada diez participantes opinaron que los niños deberían tener más tiempo para simplemente “ser niños”; sin embargo, las presiones diarias y el exceso de actividades que actualmente realizan es un obstáculo.

Además revelaron que pasan poco tiempo con sus hijos, comparado con el que ellos mismos compartían con su familia cuando eran pequeños.

“Para cuatro de cada diez padres es más fácil coordinar una reunión de trabajo que sacar tiempo para estar con sus hijos y mucho más usual comunicarse con ellos a través de la tecnología, que de forma personal”, revela la investigación contenida el en Informe Global del Espíritu de la Niñez.

“Tanto los niños como los padres seguimos teniendo la necesidad de volver a experimentar sentimientos de despreocupación propios de la infancia y de pasar más momentos de diversión juntos. El mundo moderno con sus presiones puede habernos alejado de ese objetivo pero la buena noticia es que aún estamos a tiempo de tomar medidas para seguir cultivando ese espacio tan importante entre padres e hijos”, afirmó María Luz Gutiérrez, especialista en derechos humanos de la niñez y la adolescencia.

La especialista recalca que cuando se habla de calidad de tiempo con los hijos se debe entender como el impacto que genera esa relación “a través del aprendizaje, el diálogo, la convivencia, el placer, que favorecen el crecimiento personal de las personas involucradas”.

Tomado de http://www.larepublica.net/app/cms/www/index.php?pk_articulo=5326298

jueves, 7 de febrero de 2013

Como criar hijos...


Si usted es como la mayoría de los padres, confiar plenamente sus hijos a Dios es algo que usted sabe que puede y debe hacer, pero que no le resulta fácil.

Desde el momento en que vemos a nuestros bebés a través de la ventana de la sala de niños recién nacidos del hospital, nos preparamos para protegerlos, educarlos y crear para ellos un entorno en el que puedan florecer y convertirse en todo lo que Dios quiere que sean. En los primeros años, si cometen algún tipo de equivocación, nuestra obligación es perdonarlos. Y no importa la edad que tengan, cuando sufren por algo, queremos hacerles menos dolorosa la experiencia.

Pero es fácil olvidar que no somos nosotros quienes más autoridad tenemos en esto. El Creador que formó a nuestros hijos en el vientre (Sal 139.13), y que ha contado todos los cabellos de sus cabezas (Mt 1.30), tiene un plan para sus vidas. Eso, por supuesto, está bien en teoría, pero ¿cómo confiar plenamente en Dios cuando un hijo se enferma gravemente, o cuando toma una decisión con consecuencias dolorosas, o cuando pasa toda una noche fuera de casa? ¿Qué sucede cuando uno duda de la capacidad que se tiene de criarlos, o cuando la imaginación nos recuerda todo lo que podría salir mal?

Dios nunca dijo que ser padres sería fácil (disculpe el cliché). Pero sí dijo que Él nunca nos dejará ni desamparará (He 13.5). Y nos recuerda que todo lo podemos en Él que nos fortalece (Fil 4.13). Sabemos también que el Señor no nos ha dado un espíritu de cobardía, sino de poder, de amor y de dominio propio (2 Ti 1.7). Estas son las promesas a las que podemos aferrarnos, no importa qué luchas tengamos.


Confianza en Dios para equiparlos

Para mi amiga Esperanza, el confiar simplemente en que Dios la ayudaría a ser buena madre, era un gran desafío. Lloró la primera vez que supo que estaba embarazada. “Nunca me relacioné mucho con mi madre”, me dijo. “Entonces, ¿cómo podría criar a una niña sin tener ningún ejemplo a imitar?” Mientras Esperanza conducía su auto yendo al trabajo, le hablaba a su hija por nacer, prometiéndole que sería una madre mejor que la que ella había tenido, y que desarrollaría con ella la relación que nunca había experimentado —todo esto mientras se preguntaba si Dios se habría equivocado.

“En algún punto, las cuestiones de mi pasado afectarían mi relación con mi hija”, dijo. “Pero había olvidado que Dios me había escogido de entre todas las personas del mundo para esta pequeña niña. Ahora veo que Él sabía lo que estaba haciendo, y me dio las herramientas que necesitaba, y cuando las necesitaba, para ser la madre apropiada para mis hijos. Ahora no puedo imaginar ninguna otra clase de vida”.

Confianza en Dios para disciplinarlos

Para mí, una de las cosas más difíciles en cuanto a la crianza, fue no hacer más de la cuenta por mis hijos —no recoger las cosas que dejaban tiradas, no ir corriendo a la escuela porque mi hija había olvidado su ropa de educación física o su clarinete, no comprarles todo lo que pensaban que necesitaban. Puede ser difícil no acudir de inmediato al rescate de nuestros hijos cuando han hecho algo mal. Aun cuando sabemos que la disciplina es para su propio bien, todavía puede ser tentador hacer todo por ellos “solo esta vez”.

Pero tenemos que preguntarnos: ¿Estamos realmente ayudándolos a convertirse en personas de carácter? La Biblia nos da este amplio panorama:

Dios tiene un plan perfecto para la vida de sus hijos (Sal 37.23).

Ese plan implica la disciplina misericordiosa necesaria para convertirlos en los hombres y las mujeres que Dios ha querido que sean (Pr 3.12).

Aun las cosas más difíciles que soporten sus hijos, ya sea por culpa de ellos o de otras personas, pueden ser utilizadas maravillosamente por Dios para revelar su gloria y desarrollar el carácter de nuestros hijos (Ro 8.28).

Carolina, otro amiga, se enfrentó con una pesadilla cuando su hijo fue arrestado por tráfico de drogas. “El saber que mi hijo iría a la cárcel, ha sido uno de los golpes de la vida que me ha hecho sentir más abatida”, recuerda. “Al comienzo, mi esposo y yo nos mantuvimos fuertes, sabiendo que habíamos dedicado nuestro hijo a Dios. Pero a medida que pasaba el tiempo y sus perspectivas se veían peor, sentí que mi fe no era suficiente”.

Ella decidió que tenía que salvar a su hijo, pero cuando éste recibió una sentencia de diez años, se vino abajo. “Entonces Dios me abrió los ojos, y me di cuenta de que mi hijo estaba vivo. Fue entonces cuando se lo entregué realmente al Señor”. Carolina ve ahora la gracia de Dios en la situación de su hijo. “Me doy cuenta ahora de que si hubiera podido encontrar la manera de lograr que lo pusieran en libertad, él probablemente no estaría vivo hoy. Al pensar en todo lo que estuvo metido, la cárcel le salvó la vida. A veces pensamos que somos nosotros los únicos que podemos hacer lo que se necesita. Dios tiene que recordarnos que Él tiene el control, y es mucho más capaz que nosotros para proteger a nuestros hijos”.


Confianza en Dios para salvarlos y guardarlos

Proverbios 22.6 nos dice: “Instruye al niño en su camino, y aun cuando fuere viejo no se apartará de él”.Pero, ¿qué sucede cuando vemos a los hijos apartarse de ese “camino”? Tenemos entonces que recordar que nuestros hijos son obras maestras de Dios, creados en Cristo para la gran obra que Él ha dispuesto para ellos (Ef 2.10).

Teresa tuvo siempre una lucha para dejar que Dios hiciera su voluntad cuando se trataba de sus hijos. Pero el Espíritu Santo le recordaba constantemente lo que había sido su historia personal. “Dios me salvó cuando yo tenía quince años y viví muchos momentos difíciles. Mis padres rechazaron mi recién descubierta ‘religión’, e incluso me prohibieron ir a la iglesia. Pero aquí estoy. Comprendí que si Dios podía guardarme de todo, podía sin duda confiar en que Él haría lo mismo con mi hija”.

“Desde que nuestra hija era pequeña”, dice Teresa, “mi esposo y yo creímos que nuestra tarea era, en realidad, hacer hasta lo imposible para criarla. Cuando, en verdad, se trataba de enseñarle cómo quería Dios que viviera, ser ejemplo de devoción para ella con nuestras vidas, dejarle el paso libre, y confiar en que Él se encargaría de lo demás. Eso no significaba que sería fácil verla abandonar el nido. Pero nuestro consuelo era saber que su Padre perfecto nunca la abandonaría ni dejaría de darle lo que necesitara”.

Filipenses 1.6 nos recuerda: “El que comenzó en vosotros la buena obra, la perfeccionará hasta el día de Jesucristo”. Nuestro Padre celestial se ha comprometido a terminar todo lo que Él comienza, incluso después de que le devolvamos la batuta que nos entregó.


por Mimi Greenwood Knight http://www.conpoder.com/la-crianza-de-los-hijos/