"No
siempre puedes controlar los que pasa fuera, pero sí puedes controlar siempre
lo que pasa dentro". Wayne W. Dyer
Entre un 3
y un 5% de los niños escolarizados son hiperactivos :
· niños inquietos
· impacientes
· impulsivos
· que no se centran en
objetivos o finalidades concretas
· que saltan de una cosa a
otra
· que no atienden a lo que se
les dice
· niños que no
"oyen", no "obedecen", no "hacen caso".
Aparece entre los dos y los seis años y comienza a remitir durante la
adolescencia.
El
problema real de los niños hiperactivos se plantea ante aquellas situaciones en
las que se les exige control de los movimientos y mantenimiento de la
atención.
Los síntomas definitorios del trastorno por déficit de
atención con hiperactividad son:
· Actividad motora excesiva.
· Falta de atención y de
control de impulsos.
· Se trata de niños
desordenados, descuidados, que no prestan atención en clase.
· Cambian continuamente de
tarea y presentan una actividad permanente e incontrolada, sin que vaya
dirigida a un determinado objetivo o fin.
· Tienen dificultades para
permanecer quietos o sentados.
· Suelen responder
precipitadamente, incluso antes de haber finalizado la formulación de las
preguntas.
· Además se muestran
impacientes y no son capaces de esperar su turno en las actividades en las que
participan más individuos.
· Interrumpen las actividades
o tareas de los compañeros y miembros de la familia.
· Pueden fácilmente sufrir
accidentes y caídas debido a que sus conductas reflejan una escasa conciencia
del peligro.
· Son desobedientes, parece
que no oyen órdenes de los adultos y, por tanto, no cumplen con sus
instrucciones.
· Plantean problemas de disciplina
por incumplir o saltarse las normas establecidas.
· Su relación con los adultos
se caracteriza por desinhibición, suelen tener problemas de relación social y
pueden quedar aislados del grupo de iguales.
· Asimismo, dan muestras de
déficits cognitivos y son frecuentes los retrasos en habilidades motoras y del
lenguaje, así como las conductas antisociales y la carencia de autoestima.
distintos momentos en la evolución de la
enfermedad
Los
indicadores de hiperactividad en los distintos momentos evolutivos son los
siguientes:
De 0 a 2
años: Problemas en el ritmo del sueño y durante la comida, períodos cortos de
sueño y despertar sobresaltado, resistencia a los cuidados habituales,
reactividad elevada a los estímulos auditivos e irritabilidad.
De 2 a 3
años: Inmadurez en el lenguaje expresivo, actividad motora excesiva, escasa
conciencia de peligro y propensión a sufrir numerosos accidentes.
De 4 a 5
años: Problemas de adaptación social, desobediencia y dificultades en el
seguimiento de normas.
A partir
de 6 años: Impulsividad, déficit de atención, fracaso
escolar, comportamientos antisociales y problemas de adaptación social.
Aproximadamente
un 25% de los niños hiperactivos evolucionan positivamente, con
cambios de conducta notables y sin que tengan dificultades especiales durante
la adolescencia y la vida adulta.
Los niños
que son hiperactivos en todos los ambientes tienen un peor pronóstico,
porque sufren con más frecuencia las consecuencias negativas que sus
comportamientos alterados provocan en la familia, colegio y grupo de amigos; de
este modo, se vuelven más vulnerables y, por tanto, aumenta el riesgo de que
desarrollen comportamientos antisociales. La coexistencia de conductas
desafiantes, agresividad, negativismo e hiperactividad durante la infancia
conlleva una evolución muy desfavorable, pues los problemas iniciales suelen
agravarse en la adolescencia. En esta edad, el pronóstico incluye delincuencia,
agresiones, deficiente rendimiento académico y, en general, una adaptación
negativa.
No
todos los niños presentan las mismas conductas alteradas
Los niños
hiperactivos constituyen un grupo muy heterogéneo. No todos presentan las
mismas conductas alteradas. No coinciden en su frecuencia e importancia ni en
las situaciones o ambientes en los que se muestran hiperactivos. Además,
incluso difieren respecto al origen y posibles causas de sus problemas. Así, en
la evaluación del niño hiperactivo intervienen varios profesionales, médicos
(neurólogo, pediatra, psiquiatra), psicólogos y maestros, fundamentalmente
buscando un criterio común para la puesta en marcha de la terapéutica a seguir.
La
evaluación se concreta en las siguientes áreas:
· Estado clínico del niño.
Este
aspecto se ocupa de los comportamientos alterados y anomalías psicológicas que
presenta actualmente.
· Nivel intelectual y rendimiento
académico.
Los
informes que proporciona el colegio han de referirse a cómo es la conducta del
niño y sus calificaciones académicas en el curso actual, y cómo han sido en
años anteriores. En esta evaluación se tienen en cuenta tanto los aspectos positivos
como los negativos.
· Factores biológicos.
Se
evaluarán mediante un examen físico exhaustivo para detectar posibles signos
neurológicos, anomalías congénitas u otros síntomas orgánicos que resulten de
interés.
· Condiciones sociales y familiares.
Se
analizan: nivel socioeconómico, comportamientos de los miembros de la familia,
clima familiar, relaciones interpersonales, tamaño, calidad y ubicación de la
vivienda familiar, normas educativas, disciplina, cumplimiento de normas y
horarios, actitudes de los padres hacia los problemas infantiles, factores o
acontecimientos desencadenantes de los conflictos.
· Influencia del marco
escolar.
La
evaluación de este aspecto está justificada por el papel que desempeña la
escuela tanto en la detección de las alteraciones infantiles como en el
tratamiento posterior. El interés se centra en dos áreas: factores personales y
organización estructural del centro. Respecto a los factores personales, se
analizan las actitudes de los maestros cuando los alumnos violan la disciplina
o incumplen las normas escolares, así como las pautas de conducta que estos
profesionales adoptan cuando han de dirigir las clases; en definitiva, se trata
de averiguar si son profesores autoritarios o flexibles. En cuanto a la
organización del centro, interesa sobre todo los aspectos materiales y de
funcionamiento, así como la ubicación del mismo y su estructura organizativa.
Además de
los exámenes neurológicos que se apoyan en los datos proporcionados por el
electroencefalograma y la cartografía cerebral, así como de la exploración
pediátrica que insiste en ensayos de coordinación y persistencia de
movimientos, la valoración de la hiperactividad se completa con una evaluación
psicológica que tiene varios ejes: información proporcionada por adultos
significativos para el niño (padres y profesores), informes del propio niño y
observaciones que sobre su conducta realizan otras personas en el medio
natural.