martes, 13 de septiembre de 2011

Restaurando mi relación con Dios

Dejar que el pecado entre en nuestras vidas, es muy fácil, solo debemos abrir una puerta y de inmediato entra y cada vez acapara más de nosotros, cuando nos damos cuenta estamos haciendo todo lo que a Dios no le agrada. Nos dejamos llevar por situaciones que parecen que no tienen mucha importancia, pero sí la tienen, porque es por ahí donde el enemigo entra a tratar de apartarnos de los caminos de Dios y del propósito que Él tiene para nosotros.

La única forma de evitar que el pecado se adueñe de nosotros, es estar llenos del Espíritu Santo, y no dejar ninguna puerta abierta por donde pueda entrar el enemigo. La oposición está entre nuestro espíritu (lo que en nosotros está santificado) y la carne (nuestra naturaleza pecaminosa).

La palabra de Dios en Gálatas 5:16 (versión Palabra de Dios para todos), dice:

“Por eso les doy este consejo: dejen que el Espíritu guíe su vida y así, no harán las malas acciones que pide su naturaleza humana.”

1. Que guía nuestra vida: La primera parte de este versículo nos dice que: “dejen que el Espíritu guíe su vida…”, debemos dejar que el Espíritu Santo sea quien nos guíe siempre, no debemos caminar con la guía de personas, vicios o corrientes que lo único que hacen es alejarnos cada vez más de Dios y de las bendiciones que Él tiene para nosotros.

Los amigos, compañeros o novios que no son cristianos o que no piensan igual que nosotros, van a creer que el pecado no es tan malo, y vamos a decir expresiones como “lo que quiero es poder oír música a la moda, pero no voy a dejar de ir a la iglesia”, el simple hecho de abrir nuestra boca o de empezar a hacerlo, abre las puertas para que el enemigo entre a nuestra vida y empiece a ocasionar desastres y a cambiar nuestra manera de ver las cosas.

Por eso, la única forma de que el diablo no empiece a entrar a nuestras vidas es estar cien por ciento llenos de Dios, sin dejar espacio para nada más, dejar que sea Él quien nos guíe y de la mejor manera en cada paso que damos.

2. Malas acciones: La segunda parte del versículo 16 dice: “…no harán las malas acciones que pide su naturaleza humana”. De la parte carnal de nosotros, es de donde salen los pensamientos negativos, malos o los que no le agradan a Dios, esto es lo normal de la naturaleza humana, pensamientos humanos, o sea todo lo que no es correcto. El pecado por si solo es atractivo, la fiesta, los amigos, la diversión, son actividades que captan la atención, cuando se ésta en un pecado, pensamos que no es del todo mal porque lo comparamos con situaciones más graves, como matar, robar, entre otras, pero pecado es pecado, lo que estamos reflexionando es el hecho de estar o no dentro de lo que a Dios no le agrada, no dejar que nuestra naturaleza humana nos juegue una mala pasada y nos empiece a producir malos pensamientos. No debemos satisfacer al hombre natural de quien surgen los malos pensamientos, sino tratar cada día de que el Espíritu crezca y muera la carne.

Cuando dejamos que nuestra parte carnal domine nuestros actos, vamos a estar siempre en lo que a Dios no le agrada, teniendo malos pensamientos, y actuando incorrectamente delante de Dios, creyendo que si voy a una iglesia estoy bien, y el hecho de ir a una iglesia no me salva de mis pecados, para yo ser salvo, necesito primero confesarlos delante de Dios, aceptarlo como dueño de mi vida, creer en Él y por supuesto, estar dispuesto a hacer un alto en lo que estoy haciendo y cambiar de rumbo, empezar a dejar que sea Dios quien guíe mi vida.

Para hacer todo esto, debo restaurar esa relación que alguna vez existió con Dios, o que quiero exista de hoy en adelante. Debo tomar la decisión de arreglar lo que quede de esa relación que hayamos tenido con el creador del mundo, lo importante es que Él siempre está dispuesto a escucharnos y a aceptarnos.

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