lunes, 2 de enero de 2012

Trasmitir valores a los niños

"Consejos para transmitir valores a los niños"

Los valores son los principios que rigen el comportamiento humano y social. Los valores establecen una pauta para una buena convivencia social. Cada sociedad potencia sus propios valores a partir de unas normas no escritas que se inculcan a través de las relaciones sociales.

Algunos valores son: la solidaridad, la cooperación, la honestidad, la humildad, el trabajo, la familia, la tolerancia, el amor, la compasión, etc.

En estos últimos años llegan a los medios de comunicación actos violentos y vandálicos hechos por adultos y por adolescentes. Estas noticias ponen sobre la mesa la necesidad de enseñar y trasmitir valores a los niños desde la familia y el colegio en pro de una mejor convivencia:

• Los padres deben ser coherentes entre lo que dicen y lo que hacen. Por ejemplo, si se pretende potenciar los valores familiares y se le explica lo importante que es el amor y el apoyo familiar pero acto seguido se descuidan a los abuelos. El niño no recibirá el mensaje oral, sino el mensaje no verbal.

• Los niños deben ver en sus padres un reflejo de los valores que van a adquirir, de modo que el niño aprenderá la solidaridad de padres solidarios, el respeto de padres respetuosos, la honradez de padres honrados, etc.

• Conviene reforzar los valores, aunque se considere que el acto es normal se lo debe felicitar, de modo que se lo felicitará cuando coopere, cuando sea justo, cuando sea respetuoso, etc.

• Elegir cuidadosamente los libros, juguetes, videojuegos que se les compran a los niños. Actualmente existen multitud de libros y cuentos para todas las edades que refuerzan los distintos valores.

• Discutir los sucesos que pasan a su alrededor adaptándolos al nivel de comprensión del niño y aprovecharlos para que aprendan. Aprovechar los dibujos animados, los videojuegos, etc. que le gusten al niño para sacar moralejas. De todos ellos se puede sacar aprendizajes y valores.

Es básico que para transmitir valores a los niños, los adultos tengan incorporados estos valores y cada uno en la medida de sus posibilidades trabaje para potenciarlos, consiguiendo así, de forma inconsciente, que los niños aprendan a su vez nuevos valores adaptándolos en la sociedad a la que les toca vivir.

miércoles, 30 de noviembre de 2011

Reforzar una conducta




"Hay que prestar atención a las conductas positivas del niño de 6 a 12 años y elogiar sus esfuerzos"

Cuando un adulto está satisfecho de la conducta de un niño y decide premiarle, se le ocurre recompensarle con una chuchería, un juego o incluso con la realización de alguna actividad que está fuera de lo común. Pero cuando el adulto sonríe al niño, le presta atención y/o lo felicita también está reforzando y potenciando una conducta.

Distintas investigaciones han demostrado que se saca más partido y se obtienen mejores resultados prestando atención y haciéndole saber al niño que está haciendo bien las cosas o que se está orgulloso de su esfuerzo que prestando atención a los errores o a la no acción. Lo anterior no indica que no se le tenga que decir cuando lo hace mal, sino que hay que enseñarle cómo queremos que actúe.

Muchas veces la atención paterna y el elogio son el único premio que necesita un niño para lograr la motivación.

A menudo, los padres pasan por alto la importancia de utilizar el elogio y otros premios sociales tales como sonrisas y abrazos con los niños. Una de las razones es porque en ocasiones, los adultos piensan que los niños se deberían comportar adecuadamente sin la intervención de un adulto, y que el elogio solo se debería dar con un excelente comportamiento o un desempeño perfecto, y se olvidan de elogiar el esfuerzo o cuando los niños realizan sus actividades sin quejarse.

La falta de elogio y atención en los comportamientos adecuados puede llevar a aumentar el mal comportamiento simplemente por el hecho de no reforzar las conductas positivas. Un error inconsciente bastante común es atender a las cosas cuando son inadecuadas o van mal, y no a aquellas que son adecuadas.

Una conducta a la que se presta atención tiende a repetirse, aunque esta atención sea en forma de regañinas o castigos. Sin embargo, aquellas conductas que no reciben atención tienden a desaparecer, siempre y cuando no reciban algún tipo de recompensa por las mismas. Conviene analizar y reflexionar ante una conducta qué es lo que realmente se está reforzando y cambiarlo si es necesario.



Tomado de: http://www.baobabparents.com/padres/articulo

Reducir la frustración de los niños



"Algunos niños toleran mejor la frustración que otros"

Muchos niños están acostumbrados a obtener todo aquello que desean: cuando necesitan un jersey verde para que haga juego con sus pantalones nuevos se lo compran, cuando les apetece el nuevo juego de moda se lo regalan, cuando quieren cambiarse de móvil lo obtienen, etc. De este modo aprenden que la vida es fácil, que su familia se lo resolverá todo y que a ellos les implicará el menor esfuerzo.

Pero a medida que se van socializando y empiezan a interactuar con el exterior se encuentran con una sociedad competente, donde el fracaso tiene cabida y el "no" es frecuente. Algunos niños se adaptan con facilidad a este cambio, pero otros no. Por esta razón se recomienda minimizar el contraste:

• Enseñarle a esperar la recompensa gradualmente. Excepto en situaciones específicas (cumpleaños, navidades, etc.) los regalos se deben hacer a cambio de algo, el niño debe esforzarse para conseguir lo que quiere. Se pueden aplicar sistemas de puntos.

• No conviene acceder a demandas irracionales. Si quiere un juego nuevo, pero ya tiene varios juegos con los que apenas ha jugado no sucumbir a su demanda.

• Enseñarle a respetar los turnos. No dejar que interrumpa las conversaciones. Una buena forma de enseñarle es a través de los juegos de mesa, cada uno tiene su turno y se debe respetar para que el juego avance.

• No dejarle ganar siempre en los juegos. Cuando gane él mostrar cómo se puede ser un buen perdedor, de modo que cuando le toque a él sea capaz de aceptar la derrota.
• Enseñarle a compartir. Reforzar con elogios las actitudes de compartir juguetes, comida, juegos o sus cosas con sus hermanos o amigos.

A través de la frustración el niño aprende que el mundo no gira en torno a él: aprende autocontrol, que no siempre puede conseguir lo que quiere, que debe compartir, que a veces se gana y otras se pierde. Si este aprendizaje se hace paulatinamente y se ayuda a reducir la frustración de los niños no la vivirá de forma tan angustiosa y los padres se ahorrarán más de una pataleta.


Tomado de: http://www.baobabparents.com/padres/articulo

lunes, 14 de noviembre de 2011

El ejercicio de la autoridad en la familia




"los padres llevan a cabo la representación de un papel que les ha venido al fundar una familia, tener que ejercer la autoridad en la misma"

Una de las acepciones de la palabra autoridad en el Diccionario de la Real Academia de la Lengua es "carácter o representación de una persona por su empleo, mérito o nacimiento". Así pues, los padres llevan a cabo la representación de un papel que les ha venido al fundar una familia, tener que ejercer la autoridad en la misma.


El ejercicio de la autoridad tiene varias fases:

a) Conocimiento de las metas comunes que tienen los miembros que forman el grupo. La familia como grupo humano está compuesta por personas que tienen niveles distintos de maduración, de responsabilidad, pero que tienen unos vínculos, espacios y metas comunes. Esto no es percibido conscientemente cuando los hijos son pequeños, pero al madurar lo asumen de manera implícita.

b) Comunicar y consensuar con los otros miembros lo que quiere conseguir quien ejerce la autoridad. Quien ostenta la autoridad tiene que saber qué quiere para el grupo. Necesita de un tiempo de clarificación personal. Cuando lo ha realizado, precisa exponerlo de manera explícita a los otros que forman el grupo, de forma verbal como a través de su conducta y decisiones para hallar el consenso entre los miembros del grupo.

c) Cumplir y hacer cumplir las metas marcadas y consensuadas. Pero no basta que todos los miembros del grupo sepamos qué hay que hacer, es necesario que se lleve a la práctica lo previsto. Es la capacidad de mover que tiene quien ejerce la autoridad, ya sea por su fama o prestigio, ya sea por procedimientos más coactivos.
Prescindir de las fases puede dar lugar a deformaciones de la autoridad. Cuando se prescinde de comunicar y consensuar entre los miembros las normas, surge el autoritarismo -ejercicio arbitrario de la autoridad-; cuando no se cumplen ni se hacen cumplir las normas marcadas y consensuadas, se instala el abandonismo -la renuncia a la autoridad.

Los padres tienen autoridad por el hecho de ser padres. Pero la autoridad se mantiene, se pierde o se recobra por el modo de comportarse.

La autoridad se mantiene o se recobra por el prestigio. Esta afirmación es equivalente a la de "educamos por lo que somos". Es decir, por la congruencia entre lo que somos, lo que hacemos y lo que decimos.


¿Cómo se tiene prestigio con los hijos?:

▪ Por el buen humor: Hay diferentes estilos personales, pero todos se apoyan en el optimismo -saber descubrir primero lo positivo de cada persona y de cada situación- y en la confianza.

▪ Por la serenidad: Porque asegura las mejores condiciones para actuar con sensatez y con flexibilidad. El nerviosismo, por el contrario, empeora la situación y, desde luego, desprestigia. Han de vernos serenos, sin dar paso a la ira o al enfado por nimiedades; han de vernos que no sacamos las cosas de quicio... Se puede comprobar, además, como los hijos adoptan conductas más serenas cuando están ante una persona tranquila, que no responde con cólera sino con un tono de voz sosegado y conciliador.

▪ Por la paciencia: Los padres tienen un sexto sentido que avisa cuándo y cuánto es necesario volcarse con cada uno, a causa de una enfermedad, unos problemas en clase...

▪ Por mantener una línea de actuación sin dar bandazos, graduando la exigencia según las circunstancias, sin dejar nunca de exigir y exigirse-. Desprestigia el dramatismo, el echar en cara, el lamentarse, los falsos juicios...

▪ Por el interés con que se sigue el estudio y los problemas de los hijos, sabiendo apreciar el esfuerzo que se hace, aunque no se traduzca en resultados. Escuchar y dedicar tiempo a "sus problemas" que, aunque nos parezcan nimiedades pueden pesar como losas para ellos. Pero si les apartamos a un lado porque nosotros sí estamos haciendo algo importante (ver la TV, terminar un informe, descansar...), cada vez será más difícil que nos cuentes sus cosas.

▪ Cuando los padres van por delante en lo que exigen de sus hijos: Sin ser perfeccionistas, que conozcan sus fallos y limitaciones, y sus esfuerzos por superarlos.

▪ Cuando se fomenta el prestigio del otro cónyuge: Aprovechar toda ocasión para destacar, discretamente, en una conversación privada con cada hijo, los puntos fuertes del otro cónyuge es una forma de potenciar la autoridad del otro. De un modo sugerente: "¿Te has fijado en tal aspecto de tu padre o madre...?" Y, a continuación, pasar a otra cosa en la conversación.


La autoridad de los padres se refuerza cuando....

▪ Hay acuerdo en cómo educar a los hijos, y en cómo armonizar la autoridad paterna y materna para una mejor educación de cada hijo. La autoridad de los padres ha de ser complementaria, no excluyente, no delegada de uno en otro cónyuge.

▪ Se apela al razonamiento al diálogo, se potencia la responsabilidad de los hijos por aproximaciones sucesivas. Huir tanto del sobreproteccionismo como del desentenderse cuando pueden necesitar ayuda.

▪ Se llega a acuerdos en temas puntuales con los hijos. Se pueden concretar dichos acuerdos mediante contratos de conducta. El llegar a una conducta-meta en los hijos conlleva el descomponerla en los pasos mínimos sucesivos, que hay que reforzar las aproximaciones a la conducta meta y extinguir la conducta a eliminar.

▪ Se evita el sermonear reiterativo porque suele tener un efecto contrario al buscado. Si hay que decir algo a alguien, se dice a solas, de manera clara, con formulación positiva, llegando a acuerdos y fijado el tiempo de revisión de los mismos.
▪ Somos firmes cuantas veces sea necesario, pero sabiendo cambiar a actitudes de flexibilidad y cariño siempre que sea preciso.

▪ Se presta atención al buen comportamiento, a los aspectos positivos que tiene toda persona, y no se atiende únicamente a las conductas desadaptativas.

▪ Se explica con razonamientos por qué los corriges, y se respeta a la persona y se le ayuda a mejorar en los defectos que tiene. Hay que demorar la entrevista para corregir a un hijo nuestro, si no tenemos la suficiente serenidad para hacerlo en este momento. No tratar de vencer sino de convencer. Es la fuerza de la razón quien se ha de imponer no la de los años.

▪ Se le da suficiente autonomía y libertad poco a poco, según el uso correcto que van haciendo de ella. Saber "ir soltando poco a poco las amarras" del niño y sobre todo del adolescente, quedándose lejos por si hace falta ayuda en algún momento.



Tomado de: http://www.baobabparents.com/padres/articulo