Mostrando entradas con la etiqueta dios. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta dios. Mostrar todas las entradas

jueves, 27 de septiembre de 2012

Piensa para hablar

Las palabras son sagradas 

 ¿Por qué somos tan descuidados con ellas? 

Asumimos que las palabras de mal gusto pierden su poder dañino después de que son olvidadas, pero de hecho todas las palabras se ondean por el tiempo con bendiciones o destrucciones.

Las palabras duras que nos dijeron cuando éramos niños todavía nos controlan hoy a menos que las sometamos a un proceso curativo. Las palabras de orientación e instrucción que fueron basadas en equivocaciones continúan manipulando nuestra vida y pensamiento hasta que las remplacemos con la verdad. Las palabras de elogio continúan animándonos mucho tiempo después, aunque no podamos recordar cómo, ni por qué. 

¿Cómo te sientes cuando alguien te tira hacia un lado y te dice, "Puedo hablar contigo"? Entre más espantoso es eso, más curación necesitas de las palabras destructivas de tú pasado. 

Las palabras son poderosas. Ellas no pueden ser borradas una vez que han sido escuchadas. Para ser como Jesús, nosotros debemos desarrollar autocontrol para verificar cada pensamiento, humor y palabra antes de que salgan de nuestras bocas. Nosotros estamos tan acostumbrados a permitir que nuestras lenguas se muevan libremente que pensamos que esto es imposible, pero no lo es - no si nos tranquilizamos y oramos constantemente para permitir que el Espíritu Santo inspire nuestras palabras. 

¡Si nosotros no podemos hacer eso, entonces nosotros debemos tomar un voto de silencio por un día o dos y hacernos a la idea que nuestra lengua si puede ser controlada! 
Las palabras se cumplen. Nosotros siempre debemos decir lo que pensamos y pensar lo que decimos y asegurarnos de que todo glorifica a Dios u honra a su reino o por lo menos respeta sus maneras. Cualquier otra manera de hablar es sacrílega. 

Esta es la lección que la primera lectura nos enseña. Cuándo nosotros hablamos como si supiéramos la verdad, mientras rompemos los mandamientos de la Palabra de Dios, nosotros destruimos la santidad de nuestras palabras; somos mentirosos. Cada palabra impía niega a Dios. Ellas demuestran una falta de amor por él. Ellas retienen su amor de las personas que nos escuchan. 

La Palabra de Dios es una lámpara para nuestros pies, como dice en el Salmo Responsorial. Que nuestras palabras siempre reflejen esa luz para que, con Jesús, nosotros ayudemos a guiar a los demás en el sendero de la rectitud. Las palabras sagradas son lo suficientemente poderosas como para conquistar a demonios y curar enfermedades, como leemos en el pasaje del Evangelio. Pidamos que podamos aprender a aprovechar el poder de las palabras. 

¡Amén! ¡


 tomado de Reflexiones para el alma

martes, 28 de agosto de 2012

Enseñar a los hijos


“Oye, hijo mío, la instrucción de tu padre, y no desprecies la dirección de tu madre”.
Proverbios 1.8

Por lo general, este versículo se les lee a los chicos cuando uno quiere que estos obedezcan a sus padres. El problema se suscita cuando el niño contesta “mi padre no me instruyó ni mi madre me dirigió”.

Por eso, como padres, necesitamos ser buenos ejemplos ya que no se puede enseñar lo que no se vive, porque esa enseñanza carece de autoridad espiritual y moral.

La educación financiera de un niño es importante para su futuro, pues, se dedique a lo que se dedique, tendrá que tratar con dinero, y el saber hacerlo o no le facilitará o le dificultará el desarrollo de su vida.

Los padres cumplimos un rol fundamental en este sentido, porque es una de nuestras responsabilidades y por lo general ni siquiera en los buenos colegios se enseña este tipo de cuestiones.

Es fundamental tener en cuenta lo siguiente:

Hacerlos participar de la economía familiar, que conozcan la realidad económica de la familia sin preocuparlos pero sin evadirlos, para que puedan madurar.
Deben entender que a veces se puede gastar y a veces no, y que otras tantas se deben sacrificar cosas como las vacaciones en pro de comprar, por ejemplo, la casa propia.

Permitir que se administren: darles para sus gastos y que aprendan a manejarse, incluso enseñándoles a hacer su propio presupuesto mensual de gastos.

Desafiarlos a tener metas, enseñarles a ahorrar y a sacrificarse por lo que desean, desarrollando en ellos un sentido de recompensa y no de gratificación.

Bendecirlos y no maldecirlos, enseñarles a diezmar y a ofrendar generosamente, ya que “es más bienaventurado dar que recibir”, y esto les permitirá prosperar económicamente.

Asistirlos en momentos clave: 2 Corintios 12.14 dice que “no deben atesorar los hijos para los padres, sino los padres para los hijos”, esto significa proveer para el futuro de ellos y no serles carga.
También Proverbios 19.14 dice que “la casa y las riquezas son herencia de los padres, mas de Jehová la mujer prudente”, o sea, debemos dejar de preocuparnos por con quién se van a casar nuestros hijos y empezar a ocuparnos de con qué se van a casar, ya que de la persona se ocupa Jehová, pero de la casa y las riquezas nos debemos ocupar los padres.


Yo bendigo tu vida para que puedas instruir y dirigir a tus hijos conforme los principios de la Palabra de Dios; y puedas ser un verdadero ejemplo para ellos, bendiciendo de esta forma a las futuras generaciones.


por:  pastor daniel gonzalez,  http://www.iglesiadelcentro.org/

sábado, 28 de julio de 2012

Use un vocabulario de bendición

Como padres, podemos afectar profundamente la dirección que toman las vidas de nuestros hijos por medio de las palabras que les hablamos. Yo creo que como matrimonio podemos delinear la dirección para toda nuestra familia. Como negociante, puede ayudar a determinar la dirección para sus empleados. Con nuestras palabras, tenemos la habilidad de ayudar a moldear y formar el futuro de cualquier persona sobre quien tengamos influencia.

Y cada uno de nosotros tiene influencia sobre alguna otra persona. Usted posiblemente no considere ser un líder, pero sin embargo, sí tiene un círculo de influencia, alguna persona o grupo que le respeta. Aun si usted es un adolescente, alguien valora su opinión. Es vital que hablemos “cosas buenas” a las vidas sobre las cuales tenemos influencia. Eso no quiere decir que nunca estaremos en desacuerdo con ellos o que nunca tendremos que confrontarles o corregirles, pero el tono general de nuestras palabras a ellos deberá ser positivo.


Una madre bien intencionada constantemente regañaba a su hijo adolescente: “Eres tan flojo; ¡nunca serás algo bueno! Si no te comportas, nunca lograrás entrar en la universidad. Lo más seguro es que terminarás metiéndote en problemas”.


Esa clase de palabras negativas destruirá más rápidamente a una persona de lo que se imagina. No puede hablar negativamente de alguien en un momento, y después salir y esperar que esa persona sea bendecida. Si usted quiere que sus hijos sean productivos y que tengan éxito, usted necesita declarar palabras de vida sobre ellos en lugar de predicciones de mal y desesperación. La Escritura nos recuerda que con nuestras palabras podemos bendecir o maldecir a las personas.


Las personas en el Antiguo Testamento tenían muy claro el poder que ejercía la bendición. Al acercarse el patriarca de la familia a la senilidad o a la muerte, los hijos mayores se juntaban al lado de su padre, luego él colocaba sus manos sobre la cabeza de cada hijo y hablaba palabras amorosas y llenas de fe sobre ellos y sobre su futuro. Estas frases se conocían como “la bendición”. La familia estaba consciente de que eran más que el último testamento del padre; estas palabras llevaban consigo la autoridad espiritual y tenían la habilidad de traer éxito, prosperidad y salud a su futuro.


En muchas ocasiones, los hijos aun se peleaban por la bendición del padre. No se estaban peleando por el dinero que pudieran heredar, ni tampoco por el negocio familiar. No, ellos se peleaban por esas palabras llenas de fe porque sabían que si recibían la bendición de su padre, las riquezas y el éxito serían las consecuencias naturales de ella. Y más que eso, deseaban profundamente recibir la bendición de una persona a quien amaban y respetaban.


Uno de los relatos bíblicos más sorprendentes sobre el poder de la bendición nos llega a través de las vidas de Jacob y Esaú, los dos hijos de Isaac. Jacob deseaba recibir la bendición de su padre, no cualquier bendición, sino una bendición que le pertenecía legítimamente al hijo primogénito de la familia. Isaac estaba viejo, cercano a la muerte, y prácticamente ciego. Un día llamó a su hijo, Esaú, y le dijo: “Esaú, ve y mata un animal y prepárame una comida, y te daré la bendición que le pertenece al hijo primogénito”. Pero la madre de Jacob, Raquel, escuchó esta conversación. Raquel amaba a Jacob más que a Esaú, así que le dijo a Jacob que se pusiera la ropa de Esaú con la intención de engañar a Isaac para que le diera a él la bendición. Entonces preparó una de las comidas preferidas de Isaac.


Mientras Esaú andaba de cacería, ella le dijo a Jacob: “Ve a tu padre y preséntale esta comida, y él te dará la bendición que en realidad le pertenece a tu hermano”.


Jacob reconoció la seriedad de este fingimiento y dijo: “Pero Mamá, ¿qué pasa si él se da cuenta que estoy mintiendo, y me maldice en lugar de bendecidme? ¡Seré maldecido por el resto de mi vida!”


Medite eso. Jacob entendía que él estaba arriesgando todo su futuro con este truco, estaba consciente de que las palabras que hablara su padre sobre él le impactarían, ya fuera para bien o mal, por el resto de su vida.


Declare el favor de Dios


Reconozcámoslo o no, nuestras palabras afectan el futuro de nuestros hijos ya sea para bien o para mal. Nuestras palabras tienen la misma clase de poder que ejercían las palabras de Isaac. Debemos hablar palabras amorosas de aprobación y aceptación, palabras que animen, inspiren y motiven a nuestros hijos a alcanzar nuevas alturas. Al hacer esto, estamos hablando bendiciones a sus vidas, estamos hablando abundancia e incremento, estamos declarando el favor de Dios en sus vidas.


Pero en demasiadas ocasiones, nos deslizamos a hablar palabras duras que critican a nuestros hijos, constantemente encontrando alguna falta en lo que nuestros hijos estén haciendo. “¿Por qué no puedes salir mejor en tus notas?” No dejaste bien el jardín. Vete a limpiar tu habitación, ¡parece un pocilga! No puedes hacer nada bien, ¿verdad?”


Palabras tan negativas causarán que nuestros hijos pierdan ese sentido de valor que Dios ha puesto dentro de ellos. Como padres, tenemos la responsabilidad ante Dios y la sociedad de entrenar a nuestros hijos, de disciplinarles cuando desobedecen, de amorosamente corregirles cuando toman malas decisiones, pero no debemos estar constantemente regañándoles. Si usted habla continuamente palabras que desaniman y desalientan, antes de mucho tiempo usted destruirá la imagen propia de su hijo; y con sus palabras negativas, abrirá la puerta, permitiendo que el enemigo traiga toda clase de inseguridad e inferioridad a su vida. Millones de adultos hoy día están todavía sufriendo los efectos de las palabras negativas que les hablaron sus padres de niños.


Recuerde que si comete el error de constantemente hablar palabras negativas sobre sus hijos, usted está maldiciendo su futuro. Además, Dios le pedirá cuentas a usted por haber destruido su destino. Con la autoridad viene responsabilidad, y usted tiene la responsabilidad como autoridad espiritual sobre su hijo de asegurarse que se sienta amado, aceptado y aprobado. Usted tiene la responsabilidad de bendecir a sus hijos.


Además de eso, la mayoría de los niños desarrollan sus conceptos de quién es Dios y cómo es Él de la imagen que tienen de sus padres. Si su padre es malo, criticón y áspero, inevitablemente los hijos crecerán con una manera distorsionada de ver a Dios. Si el padre es amoroso, bondadoso, compasivo y justo, el hijo entenderá mejor el carácter de Dios.


Una de las razones por las que hablo tanto de la bondad de Dios es porque vi a mi padre ejemplificarla. Ninguna persona pudo haber representado mejor a Dios ante los hijos Osteen que mi papá. Aun cuando cometíamos un error o nos desviábamos, a la vez que mi papá se mantenía firme, también era amoroso y bueno. Él nos guiaba al camino correcto inmediatamente. Nunca usó tácticas ásperas para meternos de nuevo al camino; nos amó hasta corregirnos y aunque era un hombre muy ocupado, siempre tomaba tiempo para nosotros.


Nos animaba a hacer grandes cosas, a cumplir nuestros sueños. Solía decir: “Joel, no hagas lo que yo quiero que hagas. Haz lo que tú quieras hacer. Sigue tus propios sueños”.


Mi papá creía en mis hermanos y en mí. Nos decía que éramos grandes, aun cuando sabíamos que no lo éramos, se refería a nosotros como bendiciones aun y cuando sabíamos que no nos estábamos comportando como bendición.


Mi mamá y mi papá criaron cinco hijos en nuestra casa. De niños, no teníamos programas para niños como hoy en día los tienen en muchas iglesias, todos nos reuníamos en el mismo auditorio. Mi hermanita, April, y yo solíamos sentarnos en la primera fila de ese antiguo edificio donde cabían unas doscientas personas. Jugábamos al “gato” (o también conocido como “cruces y círculos”) durante toda la reunión. (Estoy confesando esto para que usted sepa que todavía hay esperanza para sus hijos. Yo no puse atención, y Dios me hizo un pastor. ¡Quién sabe qué hará con sus hijos!).


Mi papá estaría en la plataforma, y mi mamá nos tendría a nosotros cinco en una fila, mientras alzaba sus manos, alabando a Dios con sus ojos cerrados. Sin embargo, tenía la sorprendente habilidad, con todo y sus ojos cerrados, de saber cuándo nos estábamos portando mal. Eso me asombraba muchísimo. ¡Creo que era mi primera experiencia con el poder sobrenatural de Dios! Veía a mi mamá para asegurarme que tenía cerrados los ojos antes de hacer algo para molestar a mi hermano, Paul. Sin perder un segundo, mi mamá bajaba lentamente una mano, con mucha gracia me tomaba el brazo, ¡y me daba un fuerte pellizco! Yo hubiera querido gritar pero sabía que lo mejor era no hacerlo. Y después, mi mamá levantaría de nuevo su brazo para continuar alabando al Señor.


Pensaba: Mamá, tienes un don. ¡Eso es sobrenatural!


Estoy bromeando (un poco), pero el punto es que mis hermanos y yo no éramos unos niños perfectos. Cometimos bastantes errores, pero mis padres nunca se fijaron demasiado en nuestras debilidades ni en los problemas. Siempre se enfocaban en las soluciones, constantemente nos decían que éramos los mejores niños del mundo, y crecimos sintiéndonos seguros, sabiendo que nuestros padres no sólo se amaban, pero nos amaban y creían en nosotros, y nos apoyarían pasara lo que pasara. Sabíamos que nunca nos criticarían ni condenarían, pero siempre creerían lo mejor de nosotros.


Como crecí con la aceptación y aprobación de mis padres, ahora, siendo padre yo, estoy practicando la misma clase de cosas con mis hijos. Estoy hablando palabras de bendición a sus vidas que pasarán de generación a generación, y yo sé que mis hijos transmitirán la bondad de Dios a sus hijos, y así sucesivamente.


Una de las primeras cosas que hago al ver a mi hijito Jonathan en la mañana, es decir: “Jonathan, eres lo mejor, hombre”. Constantemente le estoy diciendo: “Jonathan, tú eres el regalo de Dios para Mamá y para mí, te amamos; estamos orgullosos de ti; siempre te apoyaremos”. Le digo a nuestra hija, Alexandra, la misma clase de cosas.


Antes de que se vayan a la cama, les digo a nuestros dos hijos: “Papi siempre será tu mejor amigo”. Victoria y yo siempre les estamos diciendo: “No hay nada que no puedes hacer. Tienes un futuro emocionante ante ti. Estás rodeado del favor de Dios. Todo cuanto toques prosperará”.


Victoria y yo creemos que tenemos tanto una oportunidad como una responsabilidad de hablar las bendiciones de Dios a nuestros hijos ahora, mientras están pequeños. ¿Por qué esperar hasta que sean adolescentes, o estén en sus veinte años y por casarse, para comenzar a orar que las bendiciones de Dios llenen sus vidas? No, estamos declarando las bendiciones de Dios sobre ellos todos los días de su vida. Y tenemos la plena convicción de que nuestras palabras impactarán a nuestros hijos mucho después de que hayan crecido y tengan sus propios hijos.


¿Qué está dejando usted a la siguiente generación? No es suficiente sólo pensarlo; tiene que hablarlo. Una bendición no es una bendición si no se habla y sus hijos necesitan oírle palabras como: “Te amo. Creo en ti. Pienso que eres especial. No hay nadie como tú. Eres único”. Necesitan escuchar su aprobación; necesitan sentir su amor; necesitan su bendición.


Sus hijos pueden estar ya grandes, pero eso no debería detenerle de tomar el teléfono para hablarles y animarles, decirles que está orgulloso de ellos. Quizá usted no practicó bendecir a sus hijos mientras crecían, pero no es demasiado tarde; comience a hacerlo ahora mismo.


Las palabras no pueden ser retiradas


Jacob se presentó ante su padre Isaac, quien estaba prácticamente ciego, pretendiendo ser su hermano Esaú. Aunque los ojos de Isaac no veían tan bien, su inteligencia seguía intacta, por lo que cuestionó: “Esaú, ¿en realidad eres tú?”

“Sí, Padre, soy yo”, mintió Jacob.

Isaac no quedó convencido, así que hizo acercar a su hijo. Sólo cuando olió la ropa de Esaú se convenció al fin que era él y entonces le dio a Jacob la bendición que en realidad le pertenecía a su hermano mayor. Dijo algo como: “Que siempre tengas abundancia de grano y vino. Que las naciones se postren ante ti y las personas siempre te sirvan. Que seas Señor sobre tus hermanos. Que cualquiera que te maldiga sea maldecido, y cualquiera que te bendiga sea bendecido.

Fíjese que Isaac declara cosas sobre el futuro de Jacob, y si estudia la historia se dará cuenta de que esas cosas sí llegan a cumplirse.

Por otro lado, poco después de haber salido Jacob de con su padre, llegó Esaú. Él dijo: “Padre, siéntese; traje la comida que le preparé”.

Ahora Isaac estaba confundido y dijo: “¿Quién eres tú?”

“Papá, soy Esaú, tu primogénito”. En ese punto, la Biblia nos dice que Isaac comenzó a temblar violentamente, ya que se dio cuenta de que había sido engañado. Le explicó a Esaú como Jacob, su hermano, había llegado y con engaño se había robado la bendición.


Ahora llegamos a una parte sorprendente de esta terrible historia de traición. Esaú comenzó a llorar en voz alta, diciendo: “Padre, ¿no me puedes dar la bendición que le pertenece al hijo primogénito?”


La respuesta de Isaac fue tanto perspicaz como poderosa: “No, las palabras ya han salido, y no las puedo retirar. Dije que Jacob sería bendecido, y él siempre será bendecido.


¿Logra ver el poder de nuestras palabras? ¿Percibe el poder de declarar bendiciones sobre sus hijos? Isaac dijo: “Una vez que hayan salido palabras, no las puedo retirar”. Él le dio una bendición menos a Esaú, pero no fue tan significativa como la que le había dado a Jacob.


Tenemos que tener muchísimo cuidado con lo que permitimos salir de nuestra boca. La próxima vez que tenga la tentación de hablarle mal a alguien, de menospreciar a su hijo o degradarle, recuerde, nunca podrá retirar aquellas palabras. Una vez que las hablamos, toman una vida propia.


Use sus palabras para bendecir a las personas. Deje de criticar a su hijo y comience a declarar que tiene grandes cosas en su futuro.


No deberíamos hablar jamás palabras negativas, ni destructivas hacia nadie, en especial hacia las personas sobre quienes ejercemos autoridad o influencia. Sólo porque usted tiene su propio negocio o supervisa un gran número de empleados, eso no le da el derecho de hablarles mal y hacer que se sientan mal consigo mismos. ¡Al contrario! Dios le pedirá cuentas por lo que le dice a aquellos individuos bajo su autoridad, y Él le juzgará con un criterio más estricto. Debería de esforzarse para hablar palabras positivas que edifican y animan.


De manera similar, es importante que un esposo entienda que sus palabras ejercen tremendo poder en la vida de su esposa. Él necesita bendecirla con sus palabras, ya que ella ha dado su vida para amarlo y cuidarlo, para ser su pareja, para crear una familia juntos, y para criar a sus hijos. Si siempre está encontrando algo mal en lo que ella esté haciendo, si siempre está menospreciándola, él segará terribles problemas en su matrimonio y en su vida.


Además, muchas mujeres hoy día se encuentran deprimidas y se sienten emocionalmente abusadas porque sus maridos no las bendicen con sus palabras. Una de las principales causas de crisis emocional entre las mujeres casadas es el hecho de que no se sienten valoradas y una de las razones principales por las que se da esta diferencia es porque los esposos están conscientes o inconscientemente negando dar las palabras de aprobación que tan desesperadamente desean las mujeres. Si usted desea ver una obra milagrosa en su matrimonio, comience a alabar a su pareja, comience a apreciarla y a animarla.


“Ah, mi esposa sabe que la amo”, dijo un señor mayor: “No necesito decírselo, se lo dije hace cuarenta y dos años, al casarnos”.


No, ella necesita oírlo una y otra vez. Cada día, un esposo debería decirle a su esposa: “Te amo”. Te aprecio. Eres la mejor cosa que jamás me ha sucedido”. Una esposa debería hacer lo mismo por su esposo, su relación mejoraría muchísimo si simplemente comenzara a hablar palabras amables y positivas, bendiciendo a su pareja en lugar de maldecirla.


Declare la bondad de Dios


Debe comenzar a declarar la bondad de Dios en su vida. Declare confiadamente: “El rostro de Dios está resplandeciendo sobre mí, y Él desea ser bueno conmigo”. Eso no es jactarse, así es cómo Dios dice que seremos bendecidos, cuando empecemos a declarar su bondad.


Permíteme hacer algunas declaraciones a su vida:


- Declaro que usted es bendecido con la sabiduría sobrenatural de Dios, y que tiene una dirección clara para su vida.


- Declaro que es bendecido con creatividad, con valentía, con habilidad y con abundancia.


- Declaro que es bendecido con una voluntad fuerte y con autocontrol y disciplina propia.


- Declaro que es bendecido con una magnífica familia, con buenas amistades, con buena salud y con fe, con favor, con satisfacción y realización.


- Declaro que es bendecido con éxito, con fuerza sobrenatural, con ascensos y con protección divina.


- Declaro que es bendecido con un corazón obediente y con una actitud positiva de la vida.


- Declaro que cualquier maldición que jamás se haya hablado sobre usted, cualquier palabra mala o negativa dicha en contra suya, será rota ahora mismo.


- Declaro que es bendecido en la ciudad; es bendecido en el campo; es bendecido cuando entra; es bendecido cuando sale.


- Declaro que todo lo que hagan sus manos prosperará y saldrá bien.


- ¡Declaro que es bendecido!

Le animo a recibir estas palabras y a que las medite; permita que penetren en lo profundo de su corazón y su mente y se hagan una realidad en su vida. Practique hacer algo parecido con su familia. Aprenda a hablar bendiciones sobre su vida, sus amigos, su futuro. Recuerde que una bendición no es una bendición hasta que es hablada. Si usted hace su parte y comienza a hablar audazmente las bendiciones sobre su vida y las vidas de los que le rodean, Dios le proveerá de todo lo que necesita para vivir la vida abundante que Él quiere que tenga.

Autor: Joel Osteen - Tomado del libro: Su mejor vida ahora Editorial: Casa creación Porque enseñarle a su hijo a orar
 


Porque enseñarle a su hijo a orar



¿Qué ventajas les proporciona a nuestros hijos una vida de oración regular y constante? ¡Muchas! Las ventajas fluyen de esa relación con Dios. La Biblia, la Palabra de Dios, claramente describe varios de esos beneficios, que van desde una mejor vida interior hasta el enaltecimiento y la honra. 

1. Una mejor vida interior
Cuando les enseñamos a nuestros hijos a orar, ellos aprenden en cuanto al gozo y a la paz que está a su disposición. Ese gozo y esa paz exceden todo lo que podemos ofrecerles personalmente, porque Dios, a diferencia de nosotros, siempre está allí para escucharnos y ayudarnos. Tenemos la promesa de perfecta paz (Isaías 26:3), el gozo de la presencia de Dios que echa fuera el temor (Salmo 21:6, 7), y una razón para tener un corazón alegre (Salmo 105:3). 

Dos autores del Nuevo Testamento describen el gozo y la paz que vienen a través de la oración:
Hasta ahora nada habéis pedido en mi nombre; pedid, y recibiréis, para que vuestro gozo sea cumplido (Juan 16:24, cursivas añadidas en este texto y en los que siguen, para propósitos de énfasis). 

Por nada estéis afanosos, sino sean conocidas vuestras peticiones delante de Dios en toda oración y ruego, con acción de gracias. Y la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, guardará vuestros corazones y vuestros pensamientos en Cristo Jesús (Filipenses 4:6, 7, cursivas añadidas).


2. Crecimiento personal
Todos los padres desean el crecimiento personal para sus hijos. Queremos que nuestros hijos e hijas crezcan en entendimiento, sabiduría y en la plenitud de Dios. A través de la oración, nuestros hijos pueden tener ese crecimiento:

Si clamares a la inteligencia, y a la prudencia dieres tu voz; si como a la plata la buscares, y la escudriñares como a tesoros, entonces entenderás el temor de Jehová, y hallarás el conocimiento de Dios. Porque Jehová da la sabiduría, y de su boca viene el conocimiento y la inteligencia (Proverbios 2:3-6, cursivas añadidas).
Y de conocer el amor de Cristo, que excede a todo conocimiento, para que seáis llenos de toda la plenitud de Dios (Efesios 3:19, cursivas añadidas; ver también Salmo 119:26 y Jeremías 33:3). 


3. Fortaleza y valor
Tal vez los temores de nuestros hijos parezcan tontos a veces, pero son reales. Y a medida que nuestros hijos crecen hasta llegar a ser adolescentes y adultos, los temores no se van; sólo cambian en cuanto al tipo. Al darles a nuestros hijos el recurso de la oración, les proveemos la fortaleza, incluso el valor, para enfrentar su mundo. Las Escrituras describen las respuestas que vienen a través de la oración:
Busqué a Jehová, y él me oyó, y me libró de todos mis temores. Los que miraron a él fueron alumbrados, y sus rostros no fueron avergonzados (Salmo 34:4, 5, cursivas añadidas).
El día que clamé, me respondiste; me fortaleciste con vigor en mi alma (Salmo 138:3, cursivas añadidas; ver también 1 Crónicas 16:11; Lamentaciones 3:57 y Hechos 4:31). 


4. Protección y auxilio de daño y mal
Muchos problemas amenazan a nuestros hijos hoy, desde los crímenes violentos hasta el abuso de las drogas. También está la amenaza de la influencia del mal. A través de nuestras oraciones y de las de ellos, vienen la protección y la liberación del daño:
Claman los justos, y Jehová oye, y los libra de todas sus angustias (Salmo 34:17, cursivas añadidas; ver también Salmo 22:4 y Mateo 6:13).


5. Propósito, guía y dirección para sus vidas
Dios desea que nosotros y nuestros hijos clamemos a Él pidiéndole Su guía y Su dirección en nuestras vidas. Él tiene un propósito para cada uno de nosotros, y promete cumplirlo cuando se lo pedimos:
Clamaré al Dios Altísimo, al Dios que me favorece (Salmo 57:2, cursivas añadidas; ver también Proverbios 3:4-6 y Santiago 1:5).


6. Provisión
Nuestros hijos oran a un Padre amoroso, que tiene tanto el deseo como el poder de concederles todo lo que ellos necesitan (y a nosotros también). Todo lo que deben hacer es pedir Su provisión. Como Jesús les dijo a sus oyentes: “¿Qué hombre hay de vosotros, que si su hijo le pide pan, le dará una piedra? ¿O si le pide un pescado, le dará una serpiente? Pues si vosotros, siendo malos, sabéis dar buenas dádivas a vuestros hijos, ¿cuánto más vuestro Padre que está en los cielos dará buenas cosas a los que le pidan?” (Mateo 7:9-11, cursivas añadidas). 

He aquí dos pasajes del Nuevo Testamento que toman nota de cómo nuestro Dios de gracia les dará a aquellos que lo buscan: 

No os afanéis, pues, diciendo: ¿Qué comeremos, o qué beberemos, o qué vestiremos? Porque los gentiles buscan todas estas cosas; pero vuestro Padre celestial sabe que tenéis necesidad de todas estas cosas. Mas buscad primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas (Mateo 6:31-33, cursivas añadidas).
El que no escatimó ni a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no nos dará también con él todas las cosas? (Romanos 8:32, cursivas añadidas). 


7. Se nos conceden nuestros deseos
Otro beneficio de la oración es que Dios nos concede nuestros deseos. A través de la oración y de una relación cada vez más profunda aprendemos a deleitarnos en Dios y Él comienza a concedernos los deseos de nuestro corazón: 

Deléitate asimismo en Jehová, y él te concederá las peticiones de tu corazón (Salmo 37:4, cursivas añadidas; ver también Salmo 21:2 y Proverbios 10:24).


8. Ayuda y aliento
Nuestros hijos, a través de sus oraciones, pueden encontrar ayuda y aliento para sus actividades diarias. Como Padre, Dios escucha, consuela y derrama gracia sobre nuestros hijos cuando ellos oran a Él: 

Acerquémonos, pues, confiadamente al trono de la gracia, para alcanzar misericordia y hallar gracia para el oportuno socorro (Hebreos 4:16, cursivas añadidas; ver también Salmo 10:17).


9. Enaltecimiento y honra
Finalmente, Dios exalta y honra a aquellos que lo honran a Él:
Porque ni de oriente ni de occidente, ni del desierto viene el enaltecimiento. Mas Dios es el juez; a éste humilla, y a aquél enaltece (Salmo 75:6, 7, cursivas añadidas; ver también 1 Samuel 2:7). 

Humillaos delante del Señor, y él os exaltará (Santiago 4:10, cursivas añadidas).
Si yo le dijera a usted: “Tengo el secreto que le ayudará a criar hijos que tengan paz interior, que siempre estén creciendo personalmente, que sean valientes, que tengan un carácter firme, que se mantengan lejos de los problemas y que eviten el mal a toda costa”, ¿no le gustaría saber ese secreto? Si ese secreto también les diera a sus hijos un sentido sólido de dirección y propósito (todo el que necesitan y un poco más), y que sus amigos y compañeros los honraran y tuvieran muy buena opinión de ellos, ¿no querría usted saberlo?


tomado de:  http://www.antesdelfin.com/familyensenarorar.html

martes, 12 de junio de 2012

De hijo unico a hermano mayor...

Con la llegada de un nuevo hijo a la familia, la mayor dificultad para el niño, es aceptar que ocupará el lugar de hermano mayor y que dejará de ser y estar en el centro de la escena familiar.

Con la llegada de un nuevo hijo a la familia, la mayor dificultad para el niño, es aceptar que ocupará el lugar de hermano mayor y que dejará de ser y estar en el centro de la escena familiar.

A partir de ahora cambia su posición dentro de casa. Algo es diferente. Seguramente con sus beneficios y porque no, renuncias por tal cambio.

Inicialmente, lo más difícil y doloroso es que tendrá que aprender a compartir a mamá y a papá.

Sin embargo, aquello que puede convertirse en una desventaja o carga, puede a la vez proporcionarle un privilegio o  ventaja, que es justamente la nueva posición que adquiere dentro del núcleo familiar que lo diferencia de su hermano.

Todo dependerá de la actitud que empleen los padres al respecto. No es lo mismo para un niño percibir que sus padres le transmiten algo similar a: “Uy pobrecito, lo que debe estar sufriendo…” a escuchar frases como: “qué bueno verlo cada día más grande y aprendiendo cosas nuevas!”

Será tarea cotidiana, mostrarle al hijo mayor que ese nuevo hermano viene a sumarse y a ocupar un espacio propio y no va a quitarle el espacio que le pertenece a él; que cada hijo tiene un lugar y ese lugar no es intercambiable.

Una responsabilidad de los papás es darle herramientas para que “el mayor”, a su corta edad, pueda hacerse a la idea que “ser más grande” es también un valor dentro de la familia. De este modo el nacimiento de un hermano, gran acontecimiento familiar, no será vivido como una pérdida sino como una ganancia.

Ayudarlo a darse cuenta que él va a ser el más grande y que podrá hacer un montón de cosas que el hermanito aún no.

Siempre es bueno tratar de incluir al hermano mayor en tareas que puedan acercarlo al bebé y dedicar tiempos exclusivos para cada uno.

No es sencillo, lleva tiempo y no se le puede exigir al niño que instantáneamente “quiera a su hermanito nuevo”.

Lo esperable es que sea un proceso de adaptación, lento, ambivalente, con idas y vueltas de  gran amor y “odio” natural, indefenso y esperable. Se dará de alguna manera, como en todos los vínculos humanos significativos donde está en juego el amor y la necesidad de no perderlo. Y se expresara de mil formas.

El desafío será poder acompañar estos sentimientos desde el lugar de padres y permitir que se expresen, siempre cuidándolos y que no se expongan a situaciones de riesgo ni  para sí ni para los otros, especialmente para el bebé.

Es recomendable poder habilitar un tiempo y un espacio para expresar estos sentimientos, facilitando situaciones como estas:

-“Entiendo que estés preocupado porque mamá no esté jugando todo el tiempo con vos pero quiero que sepas que te quiero  mucho, que a veces cuando vos tenés ganas que te preste atención estoy con el bebé para amamantarlo, cuidarlo, cambiarlo como lo hacia con vos cuando eras bebé pero que también tengo ganas de estar juntos…”

“Te propongo jugar a algo, asi apenas el bebé se duerme lo jugamos juntos, si”?

-¿Qué tenés ganas de comer, me ayudás a prepararte algo rico”?

-“Se que tuviste que esperar, pero mamá también tenía muchas ganas de estar con vos a solas, y ahora es el momento”!

En definitiva, garantizarle al niño que el amor no está en juego, y que su mamá está igualmente atenta y disponible más allá que prácticamente no puede estar tanto tiempo con él como antes y en el momento exacto que demanda.

Por eso es tan importante el rol activo del papá y del entorno afectivo que acompañe a la mamá.

El desequilibrio normal que produce un cambio puede traer aparejada algunas no muy sutiles frases o actitudes que pueden expresarse hacia los hijos-niños mayores.

Por ejemplo, las comparaciones, las humillaciones o cargadas refiriéndose al hijo mayor cuando éste  intenta parecerse al bebé como: “Pareces un bebé”, “Mirá lo que haces, sos mas bebé que tu hermanito recién nacido”.

Los hermanos mayores quieren copiar o recuperar conductas de bebé para identificarse con el nuevo lugar que ansían, desean y ya no tienen, y en ese juego de rol es imprescindible no poner juicios de valor con frases como: “No seas bebé”, “grandulón”, “parecés un tonto con la mamadera de tu hermano”, “te hiciste pis y ya no sos un bebé, eso esta mal”!

Es recomendable darle la oportunidad de “jugar con esta necesidad de probar nuevamente como es  ser bebé”, permitirle un tiempo para sentir que no necesita serlo nuevamente para seguir siendo amado y mirado. Si se le prohíbe o se lo priva de estas experiencias, insistirá de alguna manera.

Siempre es bienvenido el acompañamiento familiar, pero preferentemente que el niño no sea ni se sienta expulsado de la casa, sino que los familiares y amigos, en la medida de lo posible puedan integrarla. No sacarlo permanentemente de su casa porque el niño mayor necesita ver qué pasa y cómo todo de a poco se va reacomodando con él presente.

Por ende, no es ni malo ni bueno ser el mayor, tan solo aceptar que es un nuevo lugar que merece ser vivido a pleno con todos sus matices. 



Asesoró Lic. Alejandra Libenson
Psicopedagoga, Psicóloga
Especialista en crianza, vínculos familiares,  pareja y fertilidad
Autora del libro “Criando hijos, creando personas”



tomado de:http://www.planetamama.com.ar



Limites, caprichos y berrinches

Si bien cada familia y cada hijo es único e irrepetible, detrás de un límite está siempre la necesidad de nuestros hijos de ser contenidos y la nuestra de contenerlos.


Son muchas de las frases que escuchamos a diario cuando los papás y mamás sienten que algo tiene que cambiar:

"Ya no sé qué más hacer con él!"
"Me siento agotada, hace lo que quiere y cuando quiere!"
"Ni las penitencias ni las promesas de regalos evitan el escándalo"

Por eso es bueno, preguntarse: ¿Cómo actuar frente a los berrinches/ rabietas de mi hijo? ¿Cuál es el límite justo? ¿Cómo hacer para que algo cambie y estemos todos mas tranquilos?

Primero, debemos entender que es absolutamente normal que nuestros hijos demanden, pidan y tengan deseo de todo y en todo momento. Pero esto es imposible de ser satisfecho, y tampoco es sano para él.

Marcando pautas claras desde el nacimiento, mostrándole lo que puede y no puede hacer, vamos construyendo el antídoto para el berrinche: Poniendo límites y los "NO" bien claros.

Si bien cada familia y cada hijo es único e irrepetible, detrás de un limite está siempre la necesidad de nuestros hijos de ser contenidos y la nuestra de contenerlos.


¿Qué es un límite?


  • Es sinónimo de amor y contención.
  • Es el primer acto de amor que los papás le ofrecemos en la vida.
  • Es el primer organizador de su vida.
  • No es algo más agregado, que puede ponerse o no. SIEMPRE están, aún sin estarlo
  • Dar y poner límites, es enseñarle a nuestro hijo a, que aprenda a esperar y a saber que todo no es aquí y ahora. Que hay cosas que puede y hay otras que no puede hacer o tener.

¿Hay que retarlos o ponerlos en penitencia?


Es un tema de autoridad, no de autoritarismo. Un niño de alrededor de dos años, responde bien si siente confianza en el adulto que pone ese límite, aunque lo desafíe.

El reto o la penitencia es una forma de castigarlos por lo que hicieron que no siempre los ayuda a entender porque se portaron mal o desobedecieron. Solo los para por un rato. Obedecen sin comprender.

No tenemos dudas de poner un NO rotundo, cuando está en riesgo la vida o la integridad física de nuestros hijos. Con aparatos eléctricos, lugares abiertos agresiones físicas.

La tenemos muy clara y ellos nos creen.

Pero frente a otras situaciones nos ponemos más dudosos, y ahí se producen los caprichos y los berrinches. Cuando el adulto duda ante el NO que pone, los chicos responden de esta manera, portándose mal, angustiándose.



¿Cómo lo manifiestan?

No quieren irse dormir, se niegan a comer o les resulta muy difícil estar tranquilos, se encaprichan por cualquier motivo. Pegan o pellizcan todo el tiempo, o se auto agreden.

Alrededor de los dos años, los niños tienen inmensos deseos de independizarse, de ser autónomos como a la vez de seguir siendo bebés. Por eso a veces se comportan tan mal que nos confunden.

Entonces aparecen los caprichos, para asegurarse de que los tenemos presentes todo el tiempo. Como una necesidad de llamar nuestra total atención. Y a la vez intentan hacer cosas que aún no pueden.

Tener en cuenta estas sugerencias que pueden ayudar a prevenir los caprichos:

Conocer y respetar sus horarios sus rutinas, los rituales que los ayudan a entender que hay momentos para cada cosa que se esperan y saben que llegaran.

Ejemplo: el momento de alimentarse, de ir a dormir, de darse un baño, de jugar, les permiten aprender a comprender la noción de tiempo y que todo no es ya, aquí y ahora.

Es importante saber que primero el LÍMITE los enoja pero luego los tranquiliza.

Algunas pautas a tener presentes en todo momento:
  • Probar y conocer cual es nuestro límite de tolerancia.
  • Firmeza: Sin golpes ni castigos físicos o psíquicos. No se aprende por humillación; de ese modo sólo se los somete y se los lastima.
  • Mostrarnos seguros pero con afecto y hablándoles mucho.
  • Coherencia entre papá y mamá.
  • No dar dobles mensajes.
  • Ofrecerle alternativas posibles que sí pueda realizar.
  • Respetar su enojo sin necesidad de intervenir. Acompañándolo y dándole tiempo para que se le pase.
  • Ser concretos.
  • Cumplir y sostener lo que decidimos.
  • Ser constantes en la puesta de límitess
  • Poner un "NO" claro.
  • Limitarlos estando nosotros tranquilos, sin gritos.
  • Anticiparles cuando algo va a terminar o cuando no queremos que haga determinada cosa. Nuestra conducta y actitudes como padres serán el modelo y la forma en la cual comprenderán qué esperamos de ellos. Y desearán responder a esa expectativa por el amor que nos tienen. Aprenderán así, poco a poco a socializarse, a crecer como personas autónomas, libres, con normas y reglas incorporadas para poder compartir y convivir en la sociedad que les toca vivir. Si nos manejamos con premios y castigos, solo lograremos un adiestramiento, pero no un verdadero aprendizaje que los ayude a ser felices y libres.

Tomado de:  http://www.planetamama.com.ar/

miércoles, 9 de mayo de 2012

Jugar es un placer

Por qué es tan importante jugar?

Para el bebé y el niño, jugar es la manera de descubrir, explorar y conocer el mundo.

Es su actividad principal. Una experiencia creadora constante.

Y para poder desarrollarla adecuadamente necesita, desde los inicios de su vida, poder hacerlo en un ámbito confiable que le dé seguridad, donde pueda usar todos sus sentidos, para a partir de allí ir desarrollando funciones más complejas tales como sentir, percibir, intuir, pensar.

Jugar es la posibilidad de construir un espacio y un tiempo especial donde todo es posible.

Es encontrarse con los propios deseos, intereses, afectos, y con el placer... "porque si" de jugar, más allá de los resultados visibles que obtenga.

Es entrar en un mundo de sensaciones y ponerlas en acción, incluso aun cuando no se ha adquirido el lenguaje.

Jugar es un asunto serio

Generalmente se asocia el juego con diversión, pasatiempo, entretenimiento.

¿Pero el jugar...es sólo eso?

NO, es mucho más que eso. Es el factor dominante de la vida infantil. Es su actividad y "trabajo por excelencia". Jugar es crecer.

Desde que el bebé nace, ya en sus momentos de alimentación, disfruta del acto de alimentarse mas allá de nutrirse de la leche materna. Este es su primer "jugar", con el pecho, con la mirada, con los gestos, con la mamá.

Chupar objetos, manipularlos, golpear, arrojar, buscar, sacar, poner, esconder, etc., serán las maneras que tendrá de desplegar todas sus posibilidades y potencialidades afectivas e intelectuales.

Y también de conocer su cuerpo y de recrear la realidad en la que vive. 

¿Hay diferentes modos de jugar?

Las maneras de jugar van cambiando a medida que los chicos crecen y se desarrollan en lo físico, psíquico y social.

Los primeros juegos son los funcionales; estos son aquellos en que el bebé está "jugando" aunque a veces no nos demos cuenta de ello.

¿Cómo? El bebé tiende a prolongar las sensaciones placenteras repitiendo una y otra vez una actividad o un movimiento, con el fin de mantener ese placer que en un primer momento obtuvo por casualidad. Así logra con el tiempo realizar esto con mayor seguridad, lo que le da mucha alegría y confianza en sí mismo.

Con la aparición del lenguaje, esta repetición física se traslada a las palabras. Repite sonidos, ruidos, palabras, como una manera de comenzar a dominar esta nueva posibilidad que se le abre en el mundo: la comunicación verbal. 

Nuevamente, en un inicio lo hace por el placer mismo de experimentar sensaciones nuevas, y con el tiempo comenzará a desarrollar el juego simbólico que se da durante el segundo año de vida, donde su forma de jugar comenzará a complejizarse y hasta podrá imitar o dramatizar situaciones familiares vividas por él (jugar a la mamá, al doctor, jugar a alimentar o dormir a un muñeco, etc.).

¿Cúales son los "mejores juegos"?

Son aquellos que el bebé o el niño eligen espontáneamente. Podremos ofrecerle muchas alternativas (ositos de colores brillantes y texturas suaves, sonajeros musicales, móviles de colores, cuneros) pero él elegirá quizás... el llavero de casa.

Cualquier situación u objeto puede convertirse en algo para jugar. Lo importante es poder mirar y acompañar a los chicos en esta constante y placentera tarea de experimentar, de conocerse y conocer el mundo. Y jugarse junto con ellos en la aventura de vivir la vida.
¿Vamos a jugar? 

Tomado de:  www.planetamama.com.ar

Qué hacer cuando los hermanos se pelean (4 a 10 años)

Las peleas entre hermanos no se terminan cuando uno de ellos deja de llevarse a la boca los juguetes del otro, sino que siguen y por lo general no se resuelven hasta la adolescencia.

Cuando los hermanos que tienen entre 4 y 10 años se pelean, los motivos pueden seguir siendo el uso de los juguetes y los celos, pero también aparecen otros que son propios de niños más grandecitos: quién se baña primero, quién desordenó y quién no –y por ese motivo no quiere guardar-, las invitaciones de amigos –uno invita y el otro quiere invitar, o invitan sólo a uno y eso genera conflictos-, las actividades que puede hacer uno sí y otro no debido a la diferencia de edad –por ejemplo un chiquito de 4 no puede patinar sobre hielo, pero su hermano de 10, sí-, las diferencias que existen entre ellos a la hora de elegir un programa –uno quiere ir al cine y el otro prefiere alquilar un video-, etc.

Las razones son infinitas e incluyen los tan inciertos “me miró mal” o “me habló mal” que muchas veces deja a los padres sin saber cómo intervenir. Por eso vale insistir en el hecho de que las peleas entre hermanos son esperables y que, como regla general, los padres deben ser neutrales y abstenerse de opinar, retar y participar, salvo que la situación se vuelva insostenible.

Y a la hora de las penitencias, siempre conviene que sean para los dos, porque la mayoría de las veces es muy difícil desentrañar “quién empezó” o “quién tiene la culpa” y los padres deben evitar todo lo posible ponerse en el lugar de jueces. Hacer cumplir las penitencias y mostrar “un frente común” entre ambos padres –y no discutir sobre criterios de crianza, o si corresponde o no una penitencia delante de los chicos- también es fundamental para que los chicos tengan un límite claro que les de seguridad.

Cuando los chicos acuden a sus padres a decirles que su hermano hizo –o no hizo- tal o cual cosa, los padres no deben incluirse inmediatamente: “Andá y decile que eso no te gusta” y “Resuélvanlo entre ustedes” son dos frases para devolverles la responsabilidad sobre la situación. Y hay que tener en cuenta que si los padres actúan permanentemente como mediadores y jueces entre sus hijos, no los ayudan a aprender a resolver sus conflictos por su cuenta, lo cual dificulta el camino hacia la autonomía.

Los diferentes permisos que pueden tener los hermanos también suelen ser fuente de pelea y enojo, porque si el de 10 años puede ir solo al kiosco a buscar el diario, el de 4 también va a querer hacerlo. Por eso un detalle importante para tener en cuenta a la hora de tratar de ser “justos” con los hijos –cuando no queda otra opción más que intervenir en una pelea-, es recordar que lo más adecuado no es darles a los dos lo mismo, sino a cada uno lo que necesita. Y eso hay que enseñárselos en el día a día.

Tomado de: http://www.planetamama.com.ar