sábado, 8 de octubre de 2011
• Tenga en cuenta que igual que usted como padre – madre puedes modificar la conducta de tus hijos, éstos modifican de forma intuitiva tu propia conducta.
• Las normas deben ser claras, esta bien definidas, y se adecuadas para cada niño según la edad.
• Es importante establecer diferencias entre los hermanos. De otro modo los mayores tienen la sensación de que crecer sólo trae consigo obligaciones y no tardarán en aparecer conductas regresivas (comportamiento infantil) y, por su parte, lo pequeños no desearán crecer, ¿para qué perder privilegios?
• No es injusto que un pequeño se quede, por ejemplo, sin ir a una actividad o no pueda recibir una bicicleta hasta tener 3 años más. De este modo deseará crecer y hacerse mayor como su hermano. Hacerse mayor será deseable porque ser pequeño no trae consigo todos los privilegios.
• No pida cosas que el niño o la niña no puede hacer.
• Cuando exija al niño, no actúe de forma contradictoria.
• Sea coherente en la aplicación de las normas.
• Cuando se produzcan desacuerdos entre los padres sobre la forma de educar a los niños, nunca se deben discutir delante de ellos.
• Evite centrar la autoridad en un solo padre – madre.
• No delegar la autoridad en otro.
• No se desautorice nunca.
• No modifique los castigos (consecuencias) una vez anunciadas.
• No castigue con algo que no pueda cumplir.
• Acostúmbralo a pedir permiso.
• Cuando tengas que poner un castigo: no te alteres, por nada del mundo.
f) Finalmente recuerde:
Los adultos que conviven con el niño tienen que estar de acuerdo acerca de los límites que debe tener: qué se le permite y qué se le prohíbe. Hay que ser cuidadoso con el castigo, porque si éste no se lleva a cabo adecuadamente, el niño no aprenderá lo que es bueno y malo, no fortalecerá su moral. Tal vez deje de hacer lo que se le censura por temor, pero no por convicción. Lo importante es que el adulto ejerza su autoridad de manera que le dé la oportunidad al niño de aprender algo de la experiencia. Ante un berrinche, por ejemplo, se lo puede ignorar, excluir al pequeño del grupo hasta que se calme, y explicarle que esas son las consecuencias de su acción. Aprenderá a tener más cuidado la próxima vez. Se le puede invitar a que participe en la reposición del daño causado, remendando el libro destruido, el juguete quebrado, el dedo maltratado del hermano y, por último, es importante afirmar que la censura mediante palabras o gestos es a menudo insuficiente para que el niño se dé cuenta de que con su acción ha roto el vínculo de confianza mutua y de solidaridad al hacer algo desagradable a los otros, si existe una fuerte relación familiar.
“Educar a un niño es como sostener en la mano un jabón. Si aprietas mucho sale disparado, si lo sujetas con indecisión se te escurre entre los dedos, una presión suave pero firme lo mantiene sujeto”.
Elaboración: Máster Natalia Calderón Astorga.
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