miércoles, 3 de octubre de 2012

Sólo dile “No” a la tentación

"Pero, en cuanto al fruto del árbol que está en medio del jardín, Dios nos ha dicho: 'No coman de e ojos y llegarán a ser como Dios, conocedores del bien y del mal'" (Génesis 3:3-5 - NVI).

Mmmm…estas galletitas se ven muy bien. Estoy tentado a comerme una ahora mismo. Tentación… Es una palabra difícil ¿no? ¿Qué significa? Tentación es el deseo de hacer o tener algo que sabes que no es correcto. El comer una galleta no es pecado, pero podría ser inadecuado en algunos momentos. Déjame contarte una historia que puede ayudarte a ver cómo el comer una galleta puede ser incorrecto.
Un dia Jorge fue a la cocina justo cuando su mamá ponía la última tanda de galletas recién horneadas en un plato. “¡Que bueno! ¡Galletas con pedacitos de chocolate (“chocolate chip cookies”)!, dijo Jorge mientras alcanzaba una galleta.
¡Deja la galleta donde estaba!, dijo la mamá de Jorge. “Serviremos la cena dentro de poco y la merienda te va a quitar el apetito. Puedes comer galletas después de la cena.
“Está bien,” dijo Jorge al devolver la galleta al plato. “Voy a jugar con Roberto.”
Jorge y Roberto jugaron por un rato, pero después entraron a la casa a tomar agua. Las galletas estaban en la mesa todavía. “¡Mira”, dijo Roberto, “galletitas con pedacitos de chocolate! Comámonos una.”
“Mi mamá me dijo que no comiera galletas porque me quitaría el apetito.”
“Ayyy, chico,” suplicó Roberto, “una galletita no te va a quitar el apetito.”
“Bueno, creo que no me hará daño el comerme sólo una,” dijo Jorge estando de acuerdo con Roberto. Justo cuando terminaron, Susana, la hermana de Jorge, entró a la cocina. “Mami hizo galletas y están bien sabrosas. ¿Quieres una?” Así que todos comieron una galleta.
Esa noche en la cena Jorge no tenía mucha hambre. Su mamá notó que no estaba comiendo. “No estás comiendo. ¿Te pasa algo?”, preguntó su mamá.

“No, no tengo mucha hambre,” dijo Jorge.

“Me desobedeciste y comiste galletas antes de la cena, ¿no es así?”

“Sí, pero Roberto dijo que no me quitaría el apetito si nos comíamos una… o dos,” indicó Jorge tímidamente.

“Estoy muy decepcionada,” dijo la mamá. “porque me desobedeciste, no podrás salir con tu amigos el sábado. Te quedarás en casa y me ayudarás a limpiarla.”

¿Te suena familiar esta historia? Debía, porque es muy parecida a la historia de Adán y Eva que está en Génesis, el primer libro de la Biblia. Dios le dio a Adán y a Eva un bello hogar en el Jardín del Edén. Tenían todo lo que necesitaban, pero Dios esperaba que le obedecieran. Les dijo que podían comer del fruto de los árboles del jardín, pero también les dijo: "No coman de ese árbol, ni lo toquen; de lo contrario, morirán."

Entonces llegó el diablo. “¡No es cierto, no van a morir!,” le dijo a Eva. “Dios sabe muy bien que, cuando coman de ese árbol, se les abrirán los ojos y llegarán a ser como Dios, conocedores del bien y del mal.” Así que Eva comió la fruta y le dio a Adán. Cuando Dios le preguntó si habían comido del árbol, ellos comenzaron a jugar el juego de “echarle la culpa a otro.” Adán culpó a Eva y Eva culpó a Satanás, pero aún así Dios los castigó por el mal que habían cometido. Dios les hizo salir del jardín.

¿Sabes que el diablo tentó aún a Jesús para que hiciera cosas que no debía? Pues así fué. Jesús le contestó con la Escritura. Esa es una buena manera de derrotar a Satanás ¿no es así? Lee la Biblia y cuando el diablo se acerque de tí, sólo dile “No” a la tentación.

Padre, deseamos ser como Jesús. Ayúdanos a decir, “No” a Satanás cuando nos tiente a hacer lo malo. Amén.


tomado de: http://sermons4kids.com/just_say_no_esp.htm

Dejen a los niños venir



Empezaron a llevarle niños a Jesús para que los tocara, pero los discípulos reprendían a quienes los llevaban. Cuando Jesús se dio cuenta, se indignó y les dijo: "Dejen que los niños vengan a mí, y no se lo impidan, porque el reino de Dios es de quienes son como ellos. Les aseguro que el que no reciba el reino de Dios como un niño, de ninguna manera entrará en él." Y después de abrazarlos, los bendecía poniendo las manos sobre ellos. Marcos 10:13-16 (NVI).

¿Cómo llegaron a la iglesia esta mañana? Me imagino que la mayoría de ustedes vinieron con sus padres. Quizás otros vinieron con sus abuelitos. Algunos niños pude ser que hayan venido con tías, tíos, primos, hermanos o hermanas. Tal vez alguno haya venido con su maestra de Escuela Bíblica o con un amigo o amiga. De una cosa estoy seguro: a menos que vivas tan cerca de la iglesia que puedas venir caminando, alguien tiene que traerte. ¿Alguno de ustedes tiene la edad necesaria para guiar? Imaginé que no.

Creo que es fantástico que alguien tuviera el deseo de traerte a la iglesia. Eso me indica que desean asegurarse de que aprendas acerca de Jesús y de su amor por tí. Porque tú estás aquí hoy, es posible que Jesús toque tu corazón y cambie tu vida.

Un día, Jesús estaba enseñando a sus discípulos y una multitud le seguía para poder escuchar lo que estaba enseñando. Él estaba hablando acerca del matrimonio y el divorcio y cuánto deseaba Dios que tuvieran hogares felices.

Mientras Jesús enseñaba, las personas comenzaron a traerle a sus hijos para que los tocara. Los discípulos se molestaron cuando los niños interrumpieron a Jesús mientras enseñaba. Los discípulos les dijeron a las personas que se llevaran a sus hijos. Cuando Jesús vio lo que estaban haciendo, se molestó. “Dejad a los niños venir a mí y no se los impidáis,” dijo Jesús, “porque de ellos es el reino de los cielos.” Entonces Jesús tomó a los niños en sus brazos y los bendijo.

Debemos siempre recordar que Jesús amaba a los niños y los tomó en sus brazos amorosos. Estamos agradecidos por cada uno de ustedes y de que alguien los ame lo suficiente para traerlos aquí.

Querido Padre, amamos a los niños tal como Jesús los amó y estamos agradecidos de que estos niños tengan a alguien que los ame lo suficiente para traerlos aquí. En el nombre de Jesús oramos. Amén.


tomado de:  http://www.sermons4kids.com/mensajes_para_ninos.htm

jueves, 27 de septiembre de 2012

Confias en Dios??

Jesús dice en el pasaje del Evangelio que nosotros nunca debemos ocultar la luz que él nos ha dado. Si queremos estar unidos a Cristo, todo lo que tenemos (que es de él), debe ser compartido con los demás, porque la naturaleza de Cristo es compartir todo lo que es bueno. Quedarnos con algo para nosotros mismos es ser muy diferentes a él; esto hace que su luz dentro de nosotros se debilite y lo poco a lo que intentamos aferrarnos se pierde.
Nuestra capacidad de amar como Cristo, por ejemplo, crece más fuerte cuando nosotros damos el amor por medio de sacrificio y de buena gana, como él lo hizo.


La primera lectura de hoy explica eso, para recibir las bendiciones de Dios, debemos tomar acciones inmediatas, siempre que podamos hacer algo que beneficie a los demás. No actuamos con amor cuando somos arrogantes y desagradables.


La bondad de Dios está siempre disponible a nosotros, pero para experimentarla más, tenemos que estar unidos a él en el compartir de su bondad con los demás. Cuándo nosotros tratamos bien a los demás, nosotros avivamos el fuego - hacemos la luz más fuerte - de nuestra unidad con Cristo, y en esa relación intima, nosotros experimentamos más de su amor y bondad incondicional.

Por lo contrario, rompemos esa unidad y ocultamos la luz de Cristo siempre que somos avaros en el amor, en las donaciones financieras, en las posesiones y con el uso de nuestros talentos y tiempo. Tal egoísmo viene del temor: Tenemos miedo que algo malo nos sucederá si regalamos más de que lo que hemos calculado que está seguro. ¡Y podríamos tener razón! Pero el amor incluye el sacrificio; el temor no es divino.


El temor es una oscuridad que cubre con una túnica la luz de Cristo. ¿Confiamos en Dios o no? El temor dice que no. ¿Creemos que Dios puede y hará que algo bueno resulte de algo malo?   El temor dice que no. El amor dice que sí, pero el amor no siempre es lógico ni está protegido del dolor. Somos recordados de eso cada vez que miramos una imagen de la crucifixión de Cristo.

Jesús dice, "Al que tiene, se le dará," pero sólo porque nosotros lo regalamos. Si limitamos nuestra generosidad y retenemos el amor o la bondad o cualquier otra bendición que Dios nos ha dado a nosotros, entonces nosotros limitamos el combustible de Dios para la llama. Y así, "al que no tiene, se le quitara hasta lo que cree tener". Es peligroso ocultar la luz de Cristo.

¿Qué tan encendida, entusiasmada e ilusionada está tú fe? ¿Está creciendo o marchitándose tú espíritu? ¿Qué estás reteniendo, protegiéndolo para ti mismo? Para llegar a estar más unido a Cristo y a toda su bondad, mira dentro de ti y ponte en contacto con la alegría que sentirías si te deshicieras de los temores que han estado oscureciendo tú vida.


tomado de: Refexiones para el alma

Piensa para hablar

Las palabras son sagradas 

 ¿Por qué somos tan descuidados con ellas? 

Asumimos que las palabras de mal gusto pierden su poder dañino después de que son olvidadas, pero de hecho todas las palabras se ondean por el tiempo con bendiciones o destrucciones.

Las palabras duras que nos dijeron cuando éramos niños todavía nos controlan hoy a menos que las sometamos a un proceso curativo. Las palabras de orientación e instrucción que fueron basadas en equivocaciones continúan manipulando nuestra vida y pensamiento hasta que las remplacemos con la verdad. Las palabras de elogio continúan animándonos mucho tiempo después, aunque no podamos recordar cómo, ni por qué. 

¿Cómo te sientes cuando alguien te tira hacia un lado y te dice, "Puedo hablar contigo"? Entre más espantoso es eso, más curación necesitas de las palabras destructivas de tú pasado. 

Las palabras son poderosas. Ellas no pueden ser borradas una vez que han sido escuchadas. Para ser como Jesús, nosotros debemos desarrollar autocontrol para verificar cada pensamiento, humor y palabra antes de que salgan de nuestras bocas. Nosotros estamos tan acostumbrados a permitir que nuestras lenguas se muevan libremente que pensamos que esto es imposible, pero no lo es - no si nos tranquilizamos y oramos constantemente para permitir que el Espíritu Santo inspire nuestras palabras. 

¡Si nosotros no podemos hacer eso, entonces nosotros debemos tomar un voto de silencio por un día o dos y hacernos a la idea que nuestra lengua si puede ser controlada! 
Las palabras se cumplen. Nosotros siempre debemos decir lo que pensamos y pensar lo que decimos y asegurarnos de que todo glorifica a Dios u honra a su reino o por lo menos respeta sus maneras. Cualquier otra manera de hablar es sacrílega. 

Esta es la lección que la primera lectura nos enseña. Cuándo nosotros hablamos como si supiéramos la verdad, mientras rompemos los mandamientos de la Palabra de Dios, nosotros destruimos la santidad de nuestras palabras; somos mentirosos. Cada palabra impía niega a Dios. Ellas demuestran una falta de amor por él. Ellas retienen su amor de las personas que nos escuchan. 

La Palabra de Dios es una lámpara para nuestros pies, como dice en el Salmo Responsorial. Que nuestras palabras siempre reflejen esa luz para que, con Jesús, nosotros ayudemos a guiar a los demás en el sendero de la rectitud. Las palabras sagradas son lo suficientemente poderosas como para conquistar a demonios y curar enfermedades, como leemos en el pasaje del Evangelio. Pidamos que podamos aprender a aprovechar el poder de las palabras. 

¡Amén! ¡


 tomado de Reflexiones para el alma