martes, 12 de junio de 2012

Limites, caprichos y berrinches

Si bien cada familia y cada hijo es único e irrepetible, detrás de un límite está siempre la necesidad de nuestros hijos de ser contenidos y la nuestra de contenerlos.


Son muchas de las frases que escuchamos a diario cuando los papás y mamás sienten que algo tiene que cambiar:

"Ya no sé qué más hacer con él!"
"Me siento agotada, hace lo que quiere y cuando quiere!"
"Ni las penitencias ni las promesas de regalos evitan el escándalo"

Por eso es bueno, preguntarse: ¿Cómo actuar frente a los berrinches/ rabietas de mi hijo? ¿Cuál es el límite justo? ¿Cómo hacer para que algo cambie y estemos todos mas tranquilos?

Primero, debemos entender que es absolutamente normal que nuestros hijos demanden, pidan y tengan deseo de todo y en todo momento. Pero esto es imposible de ser satisfecho, y tampoco es sano para él.

Marcando pautas claras desde el nacimiento, mostrándole lo que puede y no puede hacer, vamos construyendo el antídoto para el berrinche: Poniendo límites y los "NO" bien claros.

Si bien cada familia y cada hijo es único e irrepetible, detrás de un limite está siempre la necesidad de nuestros hijos de ser contenidos y la nuestra de contenerlos.


¿Qué es un límite?


  • Es sinónimo de amor y contención.
  • Es el primer acto de amor que los papás le ofrecemos en la vida.
  • Es el primer organizador de su vida.
  • No es algo más agregado, que puede ponerse o no. SIEMPRE están, aún sin estarlo
  • Dar y poner límites, es enseñarle a nuestro hijo a, que aprenda a esperar y a saber que todo no es aquí y ahora. Que hay cosas que puede y hay otras que no puede hacer o tener.

¿Hay que retarlos o ponerlos en penitencia?


Es un tema de autoridad, no de autoritarismo. Un niño de alrededor de dos años, responde bien si siente confianza en el adulto que pone ese límite, aunque lo desafíe.

El reto o la penitencia es una forma de castigarlos por lo que hicieron que no siempre los ayuda a entender porque se portaron mal o desobedecieron. Solo los para por un rato. Obedecen sin comprender.

No tenemos dudas de poner un NO rotundo, cuando está en riesgo la vida o la integridad física de nuestros hijos. Con aparatos eléctricos, lugares abiertos agresiones físicas.

La tenemos muy clara y ellos nos creen.

Pero frente a otras situaciones nos ponemos más dudosos, y ahí se producen los caprichos y los berrinches. Cuando el adulto duda ante el NO que pone, los chicos responden de esta manera, portándose mal, angustiándose.



¿Cómo lo manifiestan?

No quieren irse dormir, se niegan a comer o les resulta muy difícil estar tranquilos, se encaprichan por cualquier motivo. Pegan o pellizcan todo el tiempo, o se auto agreden.

Alrededor de los dos años, los niños tienen inmensos deseos de independizarse, de ser autónomos como a la vez de seguir siendo bebés. Por eso a veces se comportan tan mal que nos confunden.

Entonces aparecen los caprichos, para asegurarse de que los tenemos presentes todo el tiempo. Como una necesidad de llamar nuestra total atención. Y a la vez intentan hacer cosas que aún no pueden.

Tener en cuenta estas sugerencias que pueden ayudar a prevenir los caprichos:

Conocer y respetar sus horarios sus rutinas, los rituales que los ayudan a entender que hay momentos para cada cosa que se esperan y saben que llegaran.

Ejemplo: el momento de alimentarse, de ir a dormir, de darse un baño, de jugar, les permiten aprender a comprender la noción de tiempo y que todo no es ya, aquí y ahora.

Es importante saber que primero el LÍMITE los enoja pero luego los tranquiliza.

Algunas pautas a tener presentes en todo momento:
  • Probar y conocer cual es nuestro límite de tolerancia.
  • Firmeza: Sin golpes ni castigos físicos o psíquicos. No se aprende por humillación; de ese modo sólo se los somete y se los lastima.
  • Mostrarnos seguros pero con afecto y hablándoles mucho.
  • Coherencia entre papá y mamá.
  • No dar dobles mensajes.
  • Ofrecerle alternativas posibles que sí pueda realizar.
  • Respetar su enojo sin necesidad de intervenir. Acompañándolo y dándole tiempo para que se le pase.
  • Ser concretos.
  • Cumplir y sostener lo que decidimos.
  • Ser constantes en la puesta de límitess
  • Poner un "NO" claro.
  • Limitarlos estando nosotros tranquilos, sin gritos.
  • Anticiparles cuando algo va a terminar o cuando no queremos que haga determinada cosa. Nuestra conducta y actitudes como padres serán el modelo y la forma en la cual comprenderán qué esperamos de ellos. Y desearán responder a esa expectativa por el amor que nos tienen. Aprenderán así, poco a poco a socializarse, a crecer como personas autónomas, libres, con normas y reglas incorporadas para poder compartir y convivir en la sociedad que les toca vivir. Si nos manejamos con premios y castigos, solo lograremos un adiestramiento, pero no un verdadero aprendizaje que los ayude a ser felices y libres.

Tomado de:  http://www.planetamama.com.ar/

miércoles, 9 de mayo de 2012

Jugar es un placer

Por qué es tan importante jugar?

Para el bebé y el niño, jugar es la manera de descubrir, explorar y conocer el mundo.

Es su actividad principal. Una experiencia creadora constante.

Y para poder desarrollarla adecuadamente necesita, desde los inicios de su vida, poder hacerlo en un ámbito confiable que le dé seguridad, donde pueda usar todos sus sentidos, para a partir de allí ir desarrollando funciones más complejas tales como sentir, percibir, intuir, pensar.

Jugar es la posibilidad de construir un espacio y un tiempo especial donde todo es posible.

Es encontrarse con los propios deseos, intereses, afectos, y con el placer... "porque si" de jugar, más allá de los resultados visibles que obtenga.

Es entrar en un mundo de sensaciones y ponerlas en acción, incluso aun cuando no se ha adquirido el lenguaje.

Jugar es un asunto serio

Generalmente se asocia el juego con diversión, pasatiempo, entretenimiento.

¿Pero el jugar...es sólo eso?

NO, es mucho más que eso. Es el factor dominante de la vida infantil. Es su actividad y "trabajo por excelencia". Jugar es crecer.

Desde que el bebé nace, ya en sus momentos de alimentación, disfruta del acto de alimentarse mas allá de nutrirse de la leche materna. Este es su primer "jugar", con el pecho, con la mirada, con los gestos, con la mamá.

Chupar objetos, manipularlos, golpear, arrojar, buscar, sacar, poner, esconder, etc., serán las maneras que tendrá de desplegar todas sus posibilidades y potencialidades afectivas e intelectuales.

Y también de conocer su cuerpo y de recrear la realidad en la que vive. 

¿Hay diferentes modos de jugar?

Las maneras de jugar van cambiando a medida que los chicos crecen y se desarrollan en lo físico, psíquico y social.

Los primeros juegos son los funcionales; estos son aquellos en que el bebé está "jugando" aunque a veces no nos demos cuenta de ello.

¿Cómo? El bebé tiende a prolongar las sensaciones placenteras repitiendo una y otra vez una actividad o un movimiento, con el fin de mantener ese placer que en un primer momento obtuvo por casualidad. Así logra con el tiempo realizar esto con mayor seguridad, lo que le da mucha alegría y confianza en sí mismo.

Con la aparición del lenguaje, esta repetición física se traslada a las palabras. Repite sonidos, ruidos, palabras, como una manera de comenzar a dominar esta nueva posibilidad que se le abre en el mundo: la comunicación verbal. 

Nuevamente, en un inicio lo hace por el placer mismo de experimentar sensaciones nuevas, y con el tiempo comenzará a desarrollar el juego simbólico que se da durante el segundo año de vida, donde su forma de jugar comenzará a complejizarse y hasta podrá imitar o dramatizar situaciones familiares vividas por él (jugar a la mamá, al doctor, jugar a alimentar o dormir a un muñeco, etc.).

¿Cúales son los "mejores juegos"?

Son aquellos que el bebé o el niño eligen espontáneamente. Podremos ofrecerle muchas alternativas (ositos de colores brillantes y texturas suaves, sonajeros musicales, móviles de colores, cuneros) pero él elegirá quizás... el llavero de casa.

Cualquier situación u objeto puede convertirse en algo para jugar. Lo importante es poder mirar y acompañar a los chicos en esta constante y placentera tarea de experimentar, de conocerse y conocer el mundo. Y jugarse junto con ellos en la aventura de vivir la vida.
¿Vamos a jugar? 

Tomado de:  www.planetamama.com.ar

Qué hacer cuando los hermanos se pelean (4 a 10 años)

Las peleas entre hermanos no se terminan cuando uno de ellos deja de llevarse a la boca los juguetes del otro, sino que siguen y por lo general no se resuelven hasta la adolescencia.

Cuando los hermanos que tienen entre 4 y 10 años se pelean, los motivos pueden seguir siendo el uso de los juguetes y los celos, pero también aparecen otros que son propios de niños más grandecitos: quién se baña primero, quién desordenó y quién no –y por ese motivo no quiere guardar-, las invitaciones de amigos –uno invita y el otro quiere invitar, o invitan sólo a uno y eso genera conflictos-, las actividades que puede hacer uno sí y otro no debido a la diferencia de edad –por ejemplo un chiquito de 4 no puede patinar sobre hielo, pero su hermano de 10, sí-, las diferencias que existen entre ellos a la hora de elegir un programa –uno quiere ir al cine y el otro prefiere alquilar un video-, etc.

Las razones son infinitas e incluyen los tan inciertos “me miró mal” o “me habló mal” que muchas veces deja a los padres sin saber cómo intervenir. Por eso vale insistir en el hecho de que las peleas entre hermanos son esperables y que, como regla general, los padres deben ser neutrales y abstenerse de opinar, retar y participar, salvo que la situación se vuelva insostenible.

Y a la hora de las penitencias, siempre conviene que sean para los dos, porque la mayoría de las veces es muy difícil desentrañar “quién empezó” o “quién tiene la culpa” y los padres deben evitar todo lo posible ponerse en el lugar de jueces. Hacer cumplir las penitencias y mostrar “un frente común” entre ambos padres –y no discutir sobre criterios de crianza, o si corresponde o no una penitencia delante de los chicos- también es fundamental para que los chicos tengan un límite claro que les de seguridad.

Cuando los chicos acuden a sus padres a decirles que su hermano hizo –o no hizo- tal o cual cosa, los padres no deben incluirse inmediatamente: “Andá y decile que eso no te gusta” y “Resuélvanlo entre ustedes” son dos frases para devolverles la responsabilidad sobre la situación. Y hay que tener en cuenta que si los padres actúan permanentemente como mediadores y jueces entre sus hijos, no los ayudan a aprender a resolver sus conflictos por su cuenta, lo cual dificulta el camino hacia la autonomía.

Los diferentes permisos que pueden tener los hermanos también suelen ser fuente de pelea y enojo, porque si el de 10 años puede ir solo al kiosco a buscar el diario, el de 4 también va a querer hacerlo. Por eso un detalle importante para tener en cuenta a la hora de tratar de ser “justos” con los hijos –cuando no queda otra opción más que intervenir en una pelea-, es recordar que lo más adecuado no es darles a los dos lo mismo, sino a cada uno lo que necesita. Y eso hay que enseñárselos en el día a día.

Tomado de: http://www.planetamama.com.ar

lunes, 23 de abril de 2012

Madres que trabajan




1. La mujer "plena": Las películas y la publicidad en la TV nos muestran a la "mujer realizada o plena": trabaja en forma eficiente fuera de casa, en el hogar atiende a su marido y cuida a sus hijos. En "sus ratos libres" practica algún deporte para mantenerse delgada y va a la peluquería pues tiene una cena a la noche.

Generalmente la realidad no es tan así. En el trabajo debe luchar en forma desigual en un mundo masculinizado. Al salir del trabajo hay que hacer las compras del super: el dulce que falta en el desayuno, el regalito para el cumpleaños del amiguito del nene, la crema de afeitar para el marido... Al llegar a la casa muchas veces hay que corregir lo que hizo la empleada. -Los exámenes de los chicos que ya llegan otra vez!, y como el padre le dijo que atienda un poco más esa parte, hay que revisar los deberes y tomarles la lección.

También preparar los uniformes para mañana, con ese barro que no sale, ponerlos en el secarropas, pues con la lluvia no se secan. "¿Qué hay para cenar?", preguntan mientras miran la tele. Claro que al final llega la hora de acostarse y descansar... si es que no viene el chico con: "Mamá, para mañana tengo que llevar un cuaderno de 50 hojas... forrado".

Después de todo eso surgen los dolores en el cuello y la espalda, algunos tics nerviosos, dificultades para conciliar el sueño. Claro que siempre está la voz sabia del que aconseja: "Lo que pasa es que te preocupas demasiado por las cosas, trata de relajarte".

2. Un costo muy alto: Sin temor a equivocarnos podemos decir que el "precio" de salir a trabajar es elevado. La mujer sigue con la responsabilidad de atender la casa y la familia.

A nadie se le ocurre hoy plantearse el hecho de si es conveniente o no que la mujer trabaje.

Algunas lo hacen por necesidad, otras por desarrollar sus intereses personales o profesionales.

Pero mientras van adquiriendo nuevos roles, éstos se suman a los anteriores.

Para ser una madre es primordial entregar amor al niño en una actitud tranquila y satisfecha. Si al quedarse en casa lo hace con resentimientos y frustración, que atribuye concretamente a los "sacrificios" que debe hacer por el hijo, la compañía que entrega, estar hecha sin alegría y no ser fuente de seguridad afectiva.

3. Ventajas y desventajas: Entre las ventajas está la ampliación del mundo cultural por los mayores contactos que tiene, el aumento de la seguridad e independencia económicas.

Desventajas: destacan la ausencia prolongada de la casa y sobrecarga del trabajo doméstico. El riesgo mayor es que el cansancio y las tensiones la pongan de mal humor, se irrite fácilmente, y esté poco dispuesta a compartir su tiempo libre con sus hijos.

Si esto sucede ser conveniente plantearse, quizás no el trabajo, pero si la forma de asumirlo, y estudiar la posibilidad de que el trabajo de la casa sea compartido.

4. ¿Qué necesitan los niños?: Los niños necesitan una madre atenta y preocupada de sus intereses para sentirse felices y valorados. El corto tiempo que se dispone para los hijos debe ser compensado por la "calidad" de él. Pero es bueno no hacerse trampas: un mínimo de tiempo con ellos es esencial.

Quizás es bueno realizar en forma entretenida algunas cosas juntos, como las compras, pegar botones. En este compartir, los niños pueden aprender a hacer las cosas en forma autónoma.

Si el perfeccionismo no es una virtud, sino un defecto, en las madres que trabajan fuera de casa es especialmente aconsejable "erradicar" la obsesión por un orden o limpieza perfectos. Si no se logra, tal vez toda su energía se agote en el orden, y pierda la capacidad de recibir, sentir y expresar ternura.

Es posible que las mujeres que culpan al trabajo por ser incapaces de expresar amor y por no poder dedicarse a los niños, aunque estuvieran en casa, de nada les serviría.

Una mamá que quiere a sus hijos encontrará tiempo y forma para entregarles ternura y afecto.