Las Madres y los Padres solteros deben estar consientes de la carga que los niños llevan como resultado de la pérdida o negligencia de un padre o madre.
Melodie Claire Miller
Traducido por Lucrecia Bolaños para Enfoque a la Familia. Editado por Guiselle Jiménez
El dolor de la separación y el divorcio puede ser abrumador para aquellos que quedan
atrás recogiendo las piezas de una familia rota. Desafortunadamente,
mis hijos estaban pequeños cuando su padre abandonó el hogar y tuvieron
que lidiar con sentimientos de rechazo y abandono.
Las primeras semanas fueron brutales. Reconfortar a los niños aunado a lidiar con mi corazón roto fue agotador. Tuve que sostener en brazos a mi hija Emelia de 3 años, y a mi hijo Elías de 2 años, por horas, mientras lloraban.
Elías estaba muy triste por la ausencia de su padre, pero no podía expresar verbalmente sus sentimientos. A media noche podía despertarse gritando. También surgían momentos en los que Elías vagaba alrededor del cuarto llorando, sin saber que hacer por sí mismo, hasta que colapsaba rendido en el piso. Minutos después, se ponía de pie desesperado para iniciar con el mismo patrón.
A veces lo abrazaba con un gran abrazo de oso. Otras me sentaba en el piso y lo mecía con lágrimas en la cara. Le decía: “Mamá está aquí. Te tengo. Te quiero. No llores más bebé. Elías por favor para. Estás bien. Estás a salvo. Mamá está aquí.” Para silenciarlo, le empecé a cantar a mi hijo. “Dios me quiere, así es, la Biblia me lo dice”. Finalmente, le imploraba a Dios, rogando que reconfortara el alma de Elías con la paz que solo Jesús puede dar.
Proverbios 31:8 nos dice, " Levanta la voz por los que no tienen voz; ¡defiende a los indefensos!" Por lo tanto, yo intercedía por mis hijos, que tenían su corazón roto y le pedía al Señor que los protegiera de los pecados de su padre.
El sollozo de Elías duró muchas noches. Continué abrazándolo, meciéndolo, cantándole himnos y rezando hasta que se durmiera. Su angustia fue disminuyendo poco a poco. Finalmente, durmió bien durante toda la noche.
Aprendí valiosas lecciones acerca de Dios a través de esos momentos difíciles. Comprendí que Dios es: Mi Confortador: Al principio del doloroso camino, me negué a pedirle apoyo a Jesús. Me involucré tanto en intentar averiguar qué estaba pasando y arreglar las cosas por mí misma, que al final lo que hice fue agregar más peso de lo que podía manejar.
Cristo dijo: “Vengan a mí todos ustedes que están cansados de sus trabajos y cargas, y yo los haré descansar. Acepten el yugo que les pongo, y aprendan de mí, que soy paciente y de corazón humilde; así encontrarán descanso. Porque el yugo que les pongo y la carga que les doy a llevar son ligeros. " (Mateo 11:28-30).
Dios se preocupa profundamente y conoce mis aflicciones. Dios ve mi trabajo, y conoce la angustia de mi alma (Salmo 31:7). Cuando compartí mi dolor por el corazón roto de mi hijo, mi Padre celestial sintió mi pena. Necesito recordar subirme en los regazos de mi Padre cuando me siento impotentemente sola. Él anhela amarme consolarme en medio de mi sufrimiento.
Mi Intercesor. Llevo una vívida imagen en mi mente de Dios mirándome cómo yo trataba de ayudar a mi pequeño hijo sin pedirle fuerza y guía a Él. Romanos 8:26-27 dice, " De igual manera, el Espíritu nos ayuda en nuestra debilidad. Porque no sabemos orar como es debido, pero el Espíritu mismo ruega a Dios por nosotros, con gemidos que no pueden expresarse con palabras. Y Dios, que examina los corazones, sabe qué es lo que el Espíritu quiere decir, porque el Espíritu ruega, conforme a la voluntad de Dios."
Mi Todo en Todo. Cuando llamé a Jesús, él se asoció conmigo en el cuidado de mis hijos. No podía haber continuado sin Él. Aprendí que Dios no es solo mi Padre, pero Él también es mi Esposo y el Padre de mis hijos. Él me demostró que yo no era una madre soltera, que no estaba sola. El Señor estaba caminando cada paso a mi lado a través de valles profundos y lugares solitarios.
Los niños sufren de innumerables maneras cuando un padre o una madre faltan en el hogar. De repente y equívocamente son privados del afecto físico y seguridad emocional, aspectos esenciales para su desarrollo. Madres y padres solteros necesitan estar conscientes de la carga que llevan sus hijos como resultado de la pérdida o abandono de un padre.
Si estamos muy atrapados en nuestra soledad y dolor, fallamos en ver el dolor de ellos. Las consecuencias pueden ser graves si no ayudamos a nuestros hijos a entregar sus cargas a Dios. Por lo tanto debemos hacer lo siguiente:
Satisfacer sus necesidades. Tenemos que permanecer en Cristo todos los días para que Él pueda amar y cuidar de ellos a través de nosotros. Cuando nos preocupamos por nuestros hijos, también ministramos el corazón de Dios.
Enseñarles. Debemos demostrar y enseñar a nuestros hijos a confiar en Dios y rezar para que ellos también puedan llevar sus cargas a los pies de Jesús, que dijo: " No los voy a dejar huérfanos; volveré para estar con ustedes." (Juan 14:18). Durante este tiempo, enseñé a mis hijos sobre las promesas especiales de Dios, y fue un gran alivio para ellos. Ellos saben que É les su Padre que los escucha y siempre está disponible para hablarle.
Permitirle a Dios trabajar. Él fielmente sanará nuestras heridas y renovará nuestra esperanza, si confiamos en Él para satisfacer nuestras necesidades más profundas. Con Él, el quebrantamiento se convierte en bendición. Y las heridas de una familia se curan a través de Jesucristo.
Las primeras semanas fueron brutales. Reconfortar a los niños aunado a lidiar con mi corazón roto fue agotador. Tuve que sostener en brazos a mi hija Emelia de 3 años, y a mi hijo Elías de 2 años, por horas, mientras lloraban.
Elías estaba muy triste por la ausencia de su padre, pero no podía expresar verbalmente sus sentimientos. A media noche podía despertarse gritando. También surgían momentos en los que Elías vagaba alrededor del cuarto llorando, sin saber que hacer por sí mismo, hasta que colapsaba rendido en el piso. Minutos después, se ponía de pie desesperado para iniciar con el mismo patrón.
A veces lo abrazaba con un gran abrazo de oso. Otras me sentaba en el piso y lo mecía con lágrimas en la cara. Le decía: “Mamá está aquí. Te tengo. Te quiero. No llores más bebé. Elías por favor para. Estás bien. Estás a salvo. Mamá está aquí.” Para silenciarlo, le empecé a cantar a mi hijo. “Dios me quiere, así es, la Biblia me lo dice”. Finalmente, le imploraba a Dios, rogando que reconfortara el alma de Elías con la paz que solo Jesús puede dar.
Proverbios 31:8 nos dice, " Levanta la voz por los que no tienen voz; ¡defiende a los indefensos!" Por lo tanto, yo intercedía por mis hijos, que tenían su corazón roto y le pedía al Señor que los protegiera de los pecados de su padre.
El sollozo de Elías duró muchas noches. Continué abrazándolo, meciéndolo, cantándole himnos y rezando hasta que se durmiera. Su angustia fue disminuyendo poco a poco. Finalmente, durmió bien durante toda la noche.
Aprendí valiosas lecciones acerca de Dios a través de esos momentos difíciles. Comprendí que Dios es: Mi Confortador: Al principio del doloroso camino, me negué a pedirle apoyo a Jesús. Me involucré tanto en intentar averiguar qué estaba pasando y arreglar las cosas por mí misma, que al final lo que hice fue agregar más peso de lo que podía manejar.
Cristo dijo: “Vengan a mí todos ustedes que están cansados de sus trabajos y cargas, y yo los haré descansar. Acepten el yugo que les pongo, y aprendan de mí, que soy paciente y de corazón humilde; así encontrarán descanso. Porque el yugo que les pongo y la carga que les doy a llevar son ligeros. " (Mateo 11:28-30).
Dios se preocupa profundamente y conoce mis aflicciones. Dios ve mi trabajo, y conoce la angustia de mi alma (Salmo 31:7). Cuando compartí mi dolor por el corazón roto de mi hijo, mi Padre celestial sintió mi pena. Necesito recordar subirme en los regazos de mi Padre cuando me siento impotentemente sola. Él anhela amarme consolarme en medio de mi sufrimiento.
Mi Intercesor. Llevo una vívida imagen en mi mente de Dios mirándome cómo yo trataba de ayudar a mi pequeño hijo sin pedirle fuerza y guía a Él. Romanos 8:26-27 dice, " De igual manera, el Espíritu nos ayuda en nuestra debilidad. Porque no sabemos orar como es debido, pero el Espíritu mismo ruega a Dios por nosotros, con gemidos que no pueden expresarse con palabras. Y Dios, que examina los corazones, sabe qué es lo que el Espíritu quiere decir, porque el Espíritu ruega, conforme a la voluntad de Dios."
Mi Todo en Todo. Cuando llamé a Jesús, él se asoció conmigo en el cuidado de mis hijos. No podía haber continuado sin Él. Aprendí que Dios no es solo mi Padre, pero Él también es mi Esposo y el Padre de mis hijos. Él me demostró que yo no era una madre soltera, que no estaba sola. El Señor estaba caminando cada paso a mi lado a través de valles profundos y lugares solitarios.
Los niños sufren de innumerables maneras cuando un padre o una madre faltan en el hogar. De repente y equívocamente son privados del afecto físico y seguridad emocional, aspectos esenciales para su desarrollo. Madres y padres solteros necesitan estar conscientes de la carga que llevan sus hijos como resultado de la pérdida o abandono de un padre.
Si estamos muy atrapados en nuestra soledad y dolor, fallamos en ver el dolor de ellos. Las consecuencias pueden ser graves si no ayudamos a nuestros hijos a entregar sus cargas a Dios. Por lo tanto debemos hacer lo siguiente:
Satisfacer sus necesidades. Tenemos que permanecer en Cristo todos los días para que Él pueda amar y cuidar de ellos a través de nosotros. Cuando nos preocupamos por nuestros hijos, también ministramos el corazón de Dios.
Enseñarles. Debemos demostrar y enseñar a nuestros hijos a confiar en Dios y rezar para que ellos también puedan llevar sus cargas a los pies de Jesús, que dijo: " No los voy a dejar huérfanos; volveré para estar con ustedes." (Juan 14:18). Durante este tiempo, enseñé a mis hijos sobre las promesas especiales de Dios, y fue un gran alivio para ellos. Ellos saben que É les su Padre que los escucha y siempre está disponible para hablarle.
Permitirle a Dios trabajar. Él fielmente sanará nuestras heridas y renovará nuestra esperanza, si confiamos en Él para satisfacer nuestras necesidades más profundas. Con Él, el quebrantamiento se convierte en bendición. Y las heridas de una familia se curan a través de Jesucristo.
tomado de: https://www.facebook.com/pages/Bits-de-lectura-e-inteligencia/315224105155519?ref=ts&fref=ts