jueves, 7 de febrero de 2013

Educando con sabiduría


Tristeza, amargura, odios, sentimientos de culpa, violencia intra familiar y otras sensaciones negativas, es lo que ha ocasionado la malacrianza de los hijos, una de las más grandes calamidades que ha azotado a las familias a través de los tiempos.

Esto me recuerda las palabras del salmista quien dijo: “Si son destruidos los fundamentos, ¿qué puede hacer el justo?” (Sal 11:3) ¡Fundamentos! ¡Qué palabra! Quisiera, con brevedad, esbozar algunos fundamentos que al tenerlos en cuenta nos ayudarán a criar hijos en el temor de Dios. Tomando prestada la idea del salmista convendría preguntarnos: ¿Qué han de hacer los padres creyentes en Dios con respecto a la crianza de sus hijos? ¿Cuál es la forma más apropiada?


Brindarles amor incondicional

Sólo esta relación amorosa puede garantizar el crecimiento de sus hijos hasta alcanzar un desarrollo integral pleno. Esto significa querer al niño sin importar su aspecto físico, sus debilidades, sus fortalezas, su manera de ser. Amor incondicional es aceptar a nuestros hijos tal cual son, aunque no encuadren dentro de nuestros estándares de inteligencia, emociones, belleza y fortaleza física.

Como predicador que soy me gusta mirar a cada persona a los ojos no sólo para ganar su atención sino también para decirles con mi mirada que lo que estoy predicando es para ellos, para cada uno en particular. La mirada directa es decisiva para conseguir un buen contacto comunicativo. Igual hago cuando hablo con mis dos hijos, los miro fijamente a los ojos y les expreso con ellos, mi cariño, aprobación, enojo, tristeza. Ellos saben cuando los miro fijamente a los ojos que no estoy jugando, que el asunto es serio.

El contacto físico es también algo de suprema importancia. Crecí en un hogar donde el único contacto físico que tenía, eran los puños violentos, los puntapiés, los garrotazos y demás, que mi padre me propinaba ante la más leve falta que yo cometiera, sin contar las obscenidades que me gritaba. Al ser cristiano y recibir de Dios el mandato de no exasperar a mis hijos, una de las cosas que más deleite me produce es abrazar a mis hijos, poderlos besar, acariciar, jugar con ellos. ¡Qué bendición poder hacer esto! Los padres no debieran albergar sentimientos de culpa al hacer esto por causa de los pedófilos, machistas, y prejuiciados. ¡NO! A través del contacto físico adecuado transmitimos a nuestros hijos amor, seguridad, amistad, confianza.


En este punto conviene también decir que la disciplina con amor y con propósito es muy necesaria para el desarrollo seguro de nuestros hijos y nunca debe pasarse por alto. Debe administrarse un castigo apropiado. Normalmente al castigar a mis hijos, primero les explico la razón por la cual los castigo y les dejo manifiesto que no es placentero para mí hacerlo, pero por el bien de ellos lo tengo que hacer. Proverbios 13:24 dice: El que detiene el castigo, a su hijo aborrece; mas el que lo ama, desde temprano lo corrige.


Ayudándolos espiritualmente

Es muy importante que los padres conozcan a Dios y mantengan una comunión íntima con Él. Su cristianismo debe ser práctico si quieren afectar a sus hijos para esta vida y para la eternidad. Debe ser un cristiano genuino. De otra forma, debo decirlo, sus esfuerzos por criar bien a sus hijos serán muy limitados, si no vanos.

No es posible obligar a los hijos a que sean cristianos. En los asuntos espirituales es necesario tratar con su hijo con seriedad y razón, con calma, de igual manera que lo hace con otros asuntos. Tenga confianza en la Palabra de Dios. Lea la Biblia diariamente en su presencia. 

Tome tiempo para orar con cada hijo individualmente y también en el Altar Familiar (culto familiar cotidiano). Miguel Esteban, mi hijo de 13 años, ha leído la Biblia ya por seis ocasiones y a mediados de este año termina su séptima lectura. Marcos Miguel, el menor, de nueve años, ya la leyó una vez y va bien adelantado en la segunda lectura. Ellos siempre han visto a sus padres leyendo la Biblia. Y los hijos imitan todo lo que ven. – ¿Qué están viendo sus hijos en usted?

Los padres cristianos deben ejercer toda la diplomacia y la sabiduría que Dios puede darles para animar a los hijos a acercarse a esta decisión importante. Permita que la convicción del pecado tenga su efecto completo. No hay que perder esta oportunidad. ¡Gánese a sus hijos para Cristo! (Dt 11:19-20)

No espere hasta que su hijo esté envuelto en un accidente y lo lleven al hospital. No espere hasta que por un crimen lo lleven a la cárcel. Acuérdese del lamento amargo que David hizo por Absalón. Es un lamento largo que le consumirá el corazón (2 S 18:33).


El secreto es comenzar temprano

Los niños en su tierna edad, pueden tener una experiencia espiritual. Los padres deben tratar de que su hijo acepte a Cristo, haga una confesión pública, se bautice en agua, participe de la Cena del Señor con regularidad, y se haga miembro de la iglesia. Esto debe ser nuestro blanco y no se debe postergar hasta que sea un joven. Esto debe ser la meta de todo padre tan pronto que el hijo llegue a la edad de responsabilidad.

Lucas, un médico que conocía de ataques y posesión satánica nos cuenta en su evangelio de un padre desesperado que no podía seguir su trabajo viendo la manera en que el pecado estaba destrozando a su hijo. Él dijo al Hijo de Dios: “Maestro, te ruego que veas a mi hijo, pues es el único que tengo” (Lc 9:37-43). Este hombre pudo llevar a su hijo a casa en su juicio cabal, y no sin aprender la lección de ayunar, orar y creer por la libertad de su retoño.
¿Qué está haciendo usted padre por sus hijos? ¿Qué está haciendo usted madre en su propia casa? Recuerde que si se pierden los fundamentos, no hay nada que hacer. ¡Dios los asista en su labor de padres!

Miguel Benavides, http://www.conpoder.com/educando-a-nuestros-hijos-sabiamente/

Como criar hijos...


Si usted es como la mayoría de los padres, confiar plenamente sus hijos a Dios es algo que usted sabe que puede y debe hacer, pero que no le resulta fácil.

Desde el momento en que vemos a nuestros bebés a través de la ventana de la sala de niños recién nacidos del hospital, nos preparamos para protegerlos, educarlos y crear para ellos un entorno en el que puedan florecer y convertirse en todo lo que Dios quiere que sean. En los primeros años, si cometen algún tipo de equivocación, nuestra obligación es perdonarlos. Y no importa la edad que tengan, cuando sufren por algo, queremos hacerles menos dolorosa la experiencia.

Pero es fácil olvidar que no somos nosotros quienes más autoridad tenemos en esto. El Creador que formó a nuestros hijos en el vientre (Sal 139.13), y que ha contado todos los cabellos de sus cabezas (Mt 1.30), tiene un plan para sus vidas. Eso, por supuesto, está bien en teoría, pero ¿cómo confiar plenamente en Dios cuando un hijo se enferma gravemente, o cuando toma una decisión con consecuencias dolorosas, o cuando pasa toda una noche fuera de casa? ¿Qué sucede cuando uno duda de la capacidad que se tiene de criarlos, o cuando la imaginación nos recuerda todo lo que podría salir mal?

Dios nunca dijo que ser padres sería fácil (disculpe el cliché). Pero sí dijo que Él nunca nos dejará ni desamparará (He 13.5). Y nos recuerda que todo lo podemos en Él que nos fortalece (Fil 4.13). Sabemos también que el Señor no nos ha dado un espíritu de cobardía, sino de poder, de amor y de dominio propio (2 Ti 1.7). Estas son las promesas a las que podemos aferrarnos, no importa qué luchas tengamos.


Confianza en Dios para equiparlos

Para mi amiga Esperanza, el confiar simplemente en que Dios la ayudaría a ser buena madre, era un gran desafío. Lloró la primera vez que supo que estaba embarazada. “Nunca me relacioné mucho con mi madre”, me dijo. “Entonces, ¿cómo podría criar a una niña sin tener ningún ejemplo a imitar?” Mientras Esperanza conducía su auto yendo al trabajo, le hablaba a su hija por nacer, prometiéndole que sería una madre mejor que la que ella había tenido, y que desarrollaría con ella la relación que nunca había experimentado —todo esto mientras se preguntaba si Dios se habría equivocado.

“En algún punto, las cuestiones de mi pasado afectarían mi relación con mi hija”, dijo. “Pero había olvidado que Dios me había escogido de entre todas las personas del mundo para esta pequeña niña. Ahora veo que Él sabía lo que estaba haciendo, y me dio las herramientas que necesitaba, y cuando las necesitaba, para ser la madre apropiada para mis hijos. Ahora no puedo imaginar ninguna otra clase de vida”.

Confianza en Dios para disciplinarlos

Para mí, una de las cosas más difíciles en cuanto a la crianza, fue no hacer más de la cuenta por mis hijos —no recoger las cosas que dejaban tiradas, no ir corriendo a la escuela porque mi hija había olvidado su ropa de educación física o su clarinete, no comprarles todo lo que pensaban que necesitaban. Puede ser difícil no acudir de inmediato al rescate de nuestros hijos cuando han hecho algo mal. Aun cuando sabemos que la disciplina es para su propio bien, todavía puede ser tentador hacer todo por ellos “solo esta vez”.

Pero tenemos que preguntarnos: ¿Estamos realmente ayudándolos a convertirse en personas de carácter? La Biblia nos da este amplio panorama:

Dios tiene un plan perfecto para la vida de sus hijos (Sal 37.23).

Ese plan implica la disciplina misericordiosa necesaria para convertirlos en los hombres y las mujeres que Dios ha querido que sean (Pr 3.12).

Aun las cosas más difíciles que soporten sus hijos, ya sea por culpa de ellos o de otras personas, pueden ser utilizadas maravillosamente por Dios para revelar su gloria y desarrollar el carácter de nuestros hijos (Ro 8.28).

Carolina, otro amiga, se enfrentó con una pesadilla cuando su hijo fue arrestado por tráfico de drogas. “El saber que mi hijo iría a la cárcel, ha sido uno de los golpes de la vida que me ha hecho sentir más abatida”, recuerda. “Al comienzo, mi esposo y yo nos mantuvimos fuertes, sabiendo que habíamos dedicado nuestro hijo a Dios. Pero a medida que pasaba el tiempo y sus perspectivas se veían peor, sentí que mi fe no era suficiente”.

Ella decidió que tenía que salvar a su hijo, pero cuando éste recibió una sentencia de diez años, se vino abajo. “Entonces Dios me abrió los ojos, y me di cuenta de que mi hijo estaba vivo. Fue entonces cuando se lo entregué realmente al Señor”. Carolina ve ahora la gracia de Dios en la situación de su hijo. “Me doy cuenta ahora de que si hubiera podido encontrar la manera de lograr que lo pusieran en libertad, él probablemente no estaría vivo hoy. Al pensar en todo lo que estuvo metido, la cárcel le salvó la vida. A veces pensamos que somos nosotros los únicos que podemos hacer lo que se necesita. Dios tiene que recordarnos que Él tiene el control, y es mucho más capaz que nosotros para proteger a nuestros hijos”.


Confianza en Dios para salvarlos y guardarlos

Proverbios 22.6 nos dice: “Instruye al niño en su camino, y aun cuando fuere viejo no se apartará de él”.Pero, ¿qué sucede cuando vemos a los hijos apartarse de ese “camino”? Tenemos entonces que recordar que nuestros hijos son obras maestras de Dios, creados en Cristo para la gran obra que Él ha dispuesto para ellos (Ef 2.10).

Teresa tuvo siempre una lucha para dejar que Dios hiciera su voluntad cuando se trataba de sus hijos. Pero el Espíritu Santo le recordaba constantemente lo que había sido su historia personal. “Dios me salvó cuando yo tenía quince años y viví muchos momentos difíciles. Mis padres rechazaron mi recién descubierta ‘religión’, e incluso me prohibieron ir a la iglesia. Pero aquí estoy. Comprendí que si Dios podía guardarme de todo, podía sin duda confiar en que Él haría lo mismo con mi hija”.

“Desde que nuestra hija era pequeña”, dice Teresa, “mi esposo y yo creímos que nuestra tarea era, en realidad, hacer hasta lo imposible para criarla. Cuando, en verdad, se trataba de enseñarle cómo quería Dios que viviera, ser ejemplo de devoción para ella con nuestras vidas, dejarle el paso libre, y confiar en que Él se encargaría de lo demás. Eso no significaba que sería fácil verla abandonar el nido. Pero nuestro consuelo era saber que su Padre perfecto nunca la abandonaría ni dejaría de darle lo que necesitara”.

Filipenses 1.6 nos recuerda: “El que comenzó en vosotros la buena obra, la perfeccionará hasta el día de Jesucristo”. Nuestro Padre celestial se ha comprometido a terminar todo lo que Él comienza, incluso después de que le devolvamos la batuta que nos entregó.


por Mimi Greenwood Knight http://www.conpoder.com/la-crianza-de-los-hijos/

7 maneras creativas de orar en familia



¿Qué puede hacer su familia para incorporar la oración en su vida diaria? Considere estas ingeniosas ideas de la madre y escritora Mary DeMuth.

Usen la tecnología. Vivimos en la era digital, y nuestra familia ha aprendido el valor de la tecnología para orar los unos por los otros, utilizando el correo electrónico, los mensajes de texto, e incluso los sitios de redes sociales. He enviado mis peticiones de oración por correo electrónico a mis hijos: ellos han enviado mensajes de texto con sus peticiones, y yo les he respondido con oraciones específicas. Cuando viajo, oramos juntos por teléfono. Y cuando me escriben en Facebook acerca de sus peticiones, intercedo por ellos en mi respuesta.

Desconéctense. Muchas veces, a la oración se le da una importancia secundaria, por lo saturadas que están nuestras vidas. Cree una zona segura en su casa y un período de tiempo donde se desconecten por completo de la televisión, la música, la Internet y la computadora. En ese silencioso período, anime a sus hijos a escuchar a Dios, que es el otro lado de la oración que, con frecuencia, no practicamos. Pasen tiempo, como familia, compartiendo tranquilamente sus preocupaciones, alegrías y necesidades.

Pongan las peticiones por escrito. Cuando mis hijos eran pequeños, utilizábamos una pizarra para mantener el control de las peticiones, y para ver cómo las respondía Dios. Con tiza de colores, dividía la pizarra en tres secciones: fecha, petición y respuesta. Nos turnábamos para expresar nuestras peticiones; después, cada uno anotaba la fecha y la necesidad. Cuando Dios respondía específicamente nuestras oraciones, anotábamos la fecha y la forma como había respondido. Otras ideas son escribir las peticiones en un diario de la familia, o en una sencilla libreta. Llevar un control de la actividad de Dios, no importa la forma que se adopte, fortalecerá la fe de sus hijos y profundizará la determinación de ellos de comunicarse con Él.

Tomen un nombre para orar. Cada semana (o mes), que todos tomen al azar el nombre de otro miembro de la familia. Durante el tiempo designado, ore cada uno por esa persona.

Escuche, y luego actúe. En este mundo enloquecido algo que sus hijos necesitan es que usted los escuche con atención. Deténgase, escuche y esfuércese por escuchar lo que quieren decirle. Cuando compartan sus frustraciones o preocupaciones, ore por ellos en ese momento. No se limite a prometer que va a hacerlo después.

Utilicen los altibajos como trampolín. Cada noche, durante la cena, mencionamos las cosas buenas y malas del día. ¿Por qué no dar un paso más allá en la conversación utilizando esos altibajos como un trampolín para orar después de comer? Oren por quien esté a su izquierda o a su derecha, o al otro lado de la mesa.

Visiten lugares nuevos para orar. Piensen en la posibilidad de dar una caminata en el parque de su vecindario como otra forma de desconectarse del mundo y conectarse con el corazón de Dios en oración y estudio de su Palabra.

tomado de:  http://www.conpoder.com/7-maneras-creativas-de-orar-en-familia/