jueves, 27 de septiembre de 2012

Confias en Dios??

Jesús dice en el pasaje del Evangelio que nosotros nunca debemos ocultar la luz que él nos ha dado. Si queremos estar unidos a Cristo, todo lo que tenemos (que es de él), debe ser compartido con los demás, porque la naturaleza de Cristo es compartir todo lo que es bueno. Quedarnos con algo para nosotros mismos es ser muy diferentes a él; esto hace que su luz dentro de nosotros se debilite y lo poco a lo que intentamos aferrarnos se pierde.
Nuestra capacidad de amar como Cristo, por ejemplo, crece más fuerte cuando nosotros damos el amor por medio de sacrificio y de buena gana, como él lo hizo.


La primera lectura de hoy explica eso, para recibir las bendiciones de Dios, debemos tomar acciones inmediatas, siempre que podamos hacer algo que beneficie a los demás. No actuamos con amor cuando somos arrogantes y desagradables.


La bondad de Dios está siempre disponible a nosotros, pero para experimentarla más, tenemos que estar unidos a él en el compartir de su bondad con los demás. Cuándo nosotros tratamos bien a los demás, nosotros avivamos el fuego - hacemos la luz más fuerte - de nuestra unidad con Cristo, y en esa relación intima, nosotros experimentamos más de su amor y bondad incondicional.

Por lo contrario, rompemos esa unidad y ocultamos la luz de Cristo siempre que somos avaros en el amor, en las donaciones financieras, en las posesiones y con el uso de nuestros talentos y tiempo. Tal egoísmo viene del temor: Tenemos miedo que algo malo nos sucederá si regalamos más de que lo que hemos calculado que está seguro. ¡Y podríamos tener razón! Pero el amor incluye el sacrificio; el temor no es divino.


El temor es una oscuridad que cubre con una túnica la luz de Cristo. ¿Confiamos en Dios o no? El temor dice que no. ¿Creemos que Dios puede y hará que algo bueno resulte de algo malo?   El temor dice que no. El amor dice que sí, pero el amor no siempre es lógico ni está protegido del dolor. Somos recordados de eso cada vez que miramos una imagen de la crucifixión de Cristo.

Jesús dice, "Al que tiene, se le dará," pero sólo porque nosotros lo regalamos. Si limitamos nuestra generosidad y retenemos el amor o la bondad o cualquier otra bendición que Dios nos ha dado a nosotros, entonces nosotros limitamos el combustible de Dios para la llama. Y así, "al que no tiene, se le quitara hasta lo que cree tener". Es peligroso ocultar la luz de Cristo.

¿Qué tan encendida, entusiasmada e ilusionada está tú fe? ¿Está creciendo o marchitándose tú espíritu? ¿Qué estás reteniendo, protegiéndolo para ti mismo? Para llegar a estar más unido a Cristo y a toda su bondad, mira dentro de ti y ponte en contacto con la alegría que sentirías si te deshicieras de los temores que han estado oscureciendo tú vida.


tomado de: Refexiones para el alma

Piensa para hablar

Las palabras son sagradas 

 ¿Por qué somos tan descuidados con ellas? 

Asumimos que las palabras de mal gusto pierden su poder dañino después de que son olvidadas, pero de hecho todas las palabras se ondean por el tiempo con bendiciones o destrucciones.

Las palabras duras que nos dijeron cuando éramos niños todavía nos controlan hoy a menos que las sometamos a un proceso curativo. Las palabras de orientación e instrucción que fueron basadas en equivocaciones continúan manipulando nuestra vida y pensamiento hasta que las remplacemos con la verdad. Las palabras de elogio continúan animándonos mucho tiempo después, aunque no podamos recordar cómo, ni por qué. 

¿Cómo te sientes cuando alguien te tira hacia un lado y te dice, "Puedo hablar contigo"? Entre más espantoso es eso, más curación necesitas de las palabras destructivas de tú pasado. 

Las palabras son poderosas. Ellas no pueden ser borradas una vez que han sido escuchadas. Para ser como Jesús, nosotros debemos desarrollar autocontrol para verificar cada pensamiento, humor y palabra antes de que salgan de nuestras bocas. Nosotros estamos tan acostumbrados a permitir que nuestras lenguas se muevan libremente que pensamos que esto es imposible, pero no lo es - no si nos tranquilizamos y oramos constantemente para permitir que el Espíritu Santo inspire nuestras palabras. 

¡Si nosotros no podemos hacer eso, entonces nosotros debemos tomar un voto de silencio por un día o dos y hacernos a la idea que nuestra lengua si puede ser controlada! 
Las palabras se cumplen. Nosotros siempre debemos decir lo que pensamos y pensar lo que decimos y asegurarnos de que todo glorifica a Dios u honra a su reino o por lo menos respeta sus maneras. Cualquier otra manera de hablar es sacrílega. 

Esta es la lección que la primera lectura nos enseña. Cuándo nosotros hablamos como si supiéramos la verdad, mientras rompemos los mandamientos de la Palabra de Dios, nosotros destruimos la santidad de nuestras palabras; somos mentirosos. Cada palabra impía niega a Dios. Ellas demuestran una falta de amor por él. Ellas retienen su amor de las personas que nos escuchan. 

La Palabra de Dios es una lámpara para nuestros pies, como dice en el Salmo Responsorial. Que nuestras palabras siempre reflejen esa luz para que, con Jesús, nosotros ayudemos a guiar a los demás en el sendero de la rectitud. Las palabras sagradas son lo suficientemente poderosas como para conquistar a demonios y curar enfermedades, como leemos en el pasaje del Evangelio. Pidamos que podamos aprender a aprovechar el poder de las palabras. 

¡Amén! ¡


 tomado de Reflexiones para el alma